La forma más antigua de la expresión humana
El Instituto Internacional del Teatro, entidad vinculada a la Unesco, ha elegido este año para conmemorar el 29 de abril el Día Internacional de la Danza las reflexiones de un coreógrafo que inspira su arte del movimiento en las raíces aprendidas en su cultura aborigen. Sin más referencias culturales que las que genera la propia naturaleza y el agrupamiento de unos seres humanos para transformarla y adaptarla a sus costumbres, la danza se erigió en lenguaje universal de aquellos seres primitivos.
El bailarín australiano Stephen Page, autor del mensaje, ahora ya es un coreógrafo consagrado, aceptado por la escena convencional, al que incluso se le encomendó la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Sydney (2000). Pero sus primeros pasos poca relación tuvieron con los códigos expresivos de la academia y la escena comercial.
La elección de este coreógrafo para festejar la jornada cultural tiene un valor incuestionable en nuestra sociedad globalizada. Del mismo modo que la cultura actual se esfuerza por uniformizar los mensajes a través de la sociedad de consumo y de la intercomunicación, el desarrollo del nuevo milenio contempla las expresiones singulares y locales impulsadas por artistas francotiradores, que actúan como transmisores de unas diferencias que se resisten a su desintegración en el mundo material de unos supuestos valores universales.
Las palabras de Page a favor de la danza entendida como expresión espiritual y emocional de la naturaleza no dejan ninguna duda sobre la fuerza que encierran los orígenes de este arte. "La danza es la forma original, la más antigua de la expresión humana. A través del cuerpo y del lenguaje físico, la danza tiene una poderosa conexión con los mundos emocional y espiritual". Page destaca la capacidad transformadora y benefactora de la danza, que en las tradiciones de su pueblo aborigen adquiría la capacidad de medicina sagrada, de única expresión posible para escuchar sin interferencias el espíritu de la madre tierra. "Mientras no te entregues a la danza", creen los aborígenes, "no podrás cazar tranquilamente. Es una parte integral de la existencia humana".
Movimiento, emoción y expresión espiritual constituyen los tres elementos esenciales de un arte, que pese a su acreditada antigüedad, ha tardado siglos en ser reconocido como disciplina estética diferente del teatro, autónoma en sus códigos internos y universal en sus destinatarios.
Las nuevas propuestas de la danza para volver a sus orígenes hizo que las muñecas articuladas del ballet clásico se plegaran y cayeran al suelo, carentes de energía que mantuviera en tensión sus articulaciones corporales. El espacio vacío que dejaron en el escenario ha sido ocupado por cuerpos que escuchan la respiración, el pulso del ser humano, los espasmos biológicos que devuelven al espectador su capacidad de percepción del ritmo cardiaco, de las emociones anticonvencionales, de la expresión más espiritual. Esta nueva danza es un éxtasis dionisiaco que lo arrastra todo. Frente a las limitaciones de una escena llena de palabras articuladas, la danza permite que los cuerpos se muevan armónicamente, que sus emociones estallen y pongan plasticidad a un paisaje virtual.
Valgan estas reflexiones como pensamiento renovado del gran esfuerzo que la Generalitat Valenciana está realizando durante los últimos años para que la potencia innovadora y la calidad de la danza valenciana constituya una sólida realidad. Su consideración de actividad artística equiparable a la atención que reclama el teatro ha permitido desarrollar en pocos años unas importantes oportunidades de formación y consolidación profesional y una programación estable en teatros públicos, que acerca los espectadores a las nuevas coreografías de los creadores de la danza valenciana y no valenciana.
El festival Dansa Valencia, cuya diecisiete edición se inaugura en esta jornada conmemorativa, representa una circunstancia que no hay que dejar pasar. El programa se ofrece durante once días en los teatros de la ciudad y muestra los resultados de esta decidida apuesta por conceder nuevas oportunidades a las formaciones y bailarines de la Comunidad Valenciana en espacios compartidos con compañías invitadas, que participan de la misma búsqueda de devolver a la danza sus orígenes de primitiva expresión artística. Este festival ofrece un renovado panorama de la creación coreográfica, contaminado por el pasado de las tribus aborígenes de Australia en las que Stephen Page descubrió la fuerza que tiene la danza para representar la identidad y el espíritu de un pueblo.
Consuelo Ciscar Casabán es secretaria autonómica de Cultura.
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