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FÚTBOL | La semana del clásico
Columna
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Tatuaje azulgrana

¿Se han fijado en la de cambios que se han producido en España en los últimos diez años? Desapareció la mayoría felipista. El socialismo entró en una crisis que quedó resumida en una imagen tan cómica como trágica: Roldán en calzoncillos. La derecha ganó primero, arrasó después y, al final, perdió al marcarse tantos goles en propia puerta que ni siquiera el árbitro más afín habría podido salvarla. El dream team de Cruyff murió. Valdano pasó de ser un sudaca para los neonazis a dirigir el ícono más español de cuantos existen. José Maria García dejó de cantar y contar las verdades del barquero al filo de la medianoche. El Barça dilapidó su tesorería como un turista en manos de un trilero y el Madrid evolucionó de un presidente que no llevaba calzoncillos a otro que aspira a evangelizar el mundo. Y, cuando el espectáculo ya parecía visto para sentencia, llegó la propina: se cobró por ver los partidos que daban por la tele y los Madrid-Barça dejaron de ser de interés general.

Hoy, al Madrid le duele el corazón de quererse tanto y el Barça recupera su pulso moribundo con una directiva catalanista, un mago brasileño y un entrenador que mezcla una paciencia de pescador rastafari con la serenidad de un maestro zen. La aceleración de la historia no termina aquí. Los socialistas han vuelto al poder y nadie sabe cómo ha sido. El presidente del Gobierno admite ser culé sin que la autoridad, militar por supuesto, tome cartas en el asunto. Para compensar, sus hijas son del Madrid, lo cual confirma que el sueño de la España plural es posible, aunque sólo sea a escala futbolístico-familiar. En Cataluña, los miembros del tripartito dedican más tiempo a contradecirse, pero están de acuerdo en una cosa: son del Barça.

Por si eso fuera poco, observo entre niños y adolescentes dobles militancias y una metrosexualidad herética. Gentes que dicen ser del Madrid y del Barça simultáneamente, incapaces de sentir odio por el adversario y, en cambio, preocupadas por otras rivalidades: Nike contra Adidas, Siemens contra Nokia, IBM contra Apple. Hablas con un aficionado, intentas imponer tus lamentables ideas sobre el doble pivote y, de repente, te sale con si éste es de Nike o el otro de Adidas (se olvidan de otras marcas y eso facilita el éxito de terceras vías como el Depor y el Valencia). Los mapas de la vieja geopolítica no sirven. Los húngaros legalizados por decreto ley, los argentinos compartidos, los brasileños sin certificado de nacimiento, los holandeses a granel. ¿Alguien era capaz de prever que Camacho entrenaría en Portugal y anunciaría coches franceses? Sólo nos queda la certeza de los tatuajes: amores de madre. Lo demás lo carga el diablo. Y aquí se compra y se vende, se cede y se concede con una alegría que sólo puede ser presagio de catástrofes. Nada es casual. Puede que incluso Rebecca Loos sea, en el fondo, instrumento de una campaña de telefonía falsamente espontánea que sabe que, al final, la Liga la ganará Rafa Benítez. Pásalo: el hincha ha sido sustituido por el consumidor. En semanas como ésta, la ausencia de Manuel Vázquez Montalbán se nota más que nunca. ¿Contra Aznar vivíamos mejor? ¿Se puede ser del Barça y del equipo del Gobierno a la vez y no estar loco? Entre tanta confusión, él nos habría señalado los puntos cardinales no ya de la razón, pero sí de la fidelidad. A veces no se necesita más que eso para ganarle al Madrid.

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