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ANTOLOGÍA DE BABEL | GONZALO ROJAS, PREMIO CERVANTES

Del oficio mayor

Me funciona ese cruce casi animal entre onirismo y ruralidad,

que me imantan más a lo elemental que a lo literario. El oleaje

del fundamento mío está allá abajo, como se sabe, en ese

pequeño

rincón llamado Lebu, con el carbón pariente del diamante.

No entiendo bien mi propio zumbido y no es que sea un poeta

genealógico, pero creo en la genealogía de los laberintos, en la

genealogía de la geología y amo las piedras. Excusen el desvarío y

la repetición, me dejé llevar por el viento, como digo, y el

viento sabe.

Vallejo me dio el despojo y, desde allí, el descubrimiento del tono;

Huidobro, acaso el desenfado; Neruda, cierto ritmo respiratorio,

que él, a su vez, aprendió en Whitman y Baudelaire, pero yo

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Un mundo proteico

gané el

mío desde la asfixia; y Borges, voilà, el rigor, el "ostinato rigore",

que dijo Leonardo, y el desvelo, un desvelo al que se llega sin prisa,

por incesante crecimiento. Soy larvario y me demoro y me

hartan, más allá del hartazgo, las impaciencias de la escritura y,

por lo visto, las del éxito. Es que todo es nuevo, para el

oficio de poetizar desde el asombro todo es nuevo.

ANTOLOGÍA DE BABEL

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