Virutas del cambio
Sé que es difícil asimilar una derrota, pero malo es que la única forma de hacerlo sea a través del resentimiento. Aún es peor que se quiera extraer de éste la estrategia de la actuación futura, alimentándolo con extraños contenidos que impidan una reflexión sobre los verdaderos motivos del fracaso y la rectificación consiguiente. Pero da la impresión de que la derecha se creyó su propia propaganda y de que es incapaz de superar su espejismo. Si lo hicieron todo bien -y éste ha sido un leitmotiv durante los años en que ha gobernado el PP-, sólo cabe explicar la derrota por causas ajenas a sus méritos: el voto emocional, la cobardía de la población, la manipulación mediática de la voluntad popular, etcétera. Todo antes que reconocer los propios errores, característica que distingue a los iluminados y a los ungidos. Sin embargo, los iluminados, aunque se tengan por tales, tienen que convencer y atraer a sus votantes en un sistema democrático, y mal pueden lograrlo si se dedican a denigrar sistemáticamente a la ciudadanía. Asumido o no, es un pésimo argumento el que trata de explicar la derrota atribuyéndola a la inmadurez o a la estulticia de los ciudadanos, no digamos el que quiere achacársela a su cobardía.
La primera reacción del PP tras las últimas elecciones fue muy similar a la que tuvo tras su derrota en las últimas autonómicas vascas: la ciudadanía vasca no estaba madura, la ciudadanía vasca era cobarde, etcétera. La derrota, en aquel caso, no eximía de razón y tampoco lo hace en éste. Pero sólo una concepción religiosa de la política puede llevar a considerar que ésta tenga algo que ver con la posesión de la razón o de la verdad. Y sólo una concepción autoritaria de la política puede llevar a pensar que ésta pueda hacerse contra el respeto a las convicciones de los ciudadanos, por equivocadas que puedan parecer. Quien no ha sabido convencer, teniendo todos los medios para ello, ha de apuntarse un fracaso; y quien no quiere apuntarse un fracaso, ha de buscarse otro argumento. Y en esas andan, sin abandonar en ningún caso su concepción teológico-maniquea, que les lleva a eludir todo ejercicio racional en la búsqueda de las causas y a centrarse en señalar a algún agente del mal. Si la ciudadanía ha de ser inocente, busquemos el súcubo que ha sido capaz de distorsionar la realidad con sus malas artes. Y ahí entra en juego la teoría conspirativa.
Ésta comenzó a tomar cuerpo en algunos círculos de la derecha a los pocos días de la derrota electoral. Se fundaba en un artificio muy simple, el qui prodest, y entre los beneficiados, y sospechosos por tanto de provocar la matanza, se señalaba al mismísimo presidente francés, Jacques Chirac. La teoría se ha ido afinando, sobre todo con vistas a hacerla políticamente rentable y a convertirla en un instrumento de oposición contra el nuevo Gobierno. Se habla ya de un "hilo rojo", de una "trama roja" de la masacre, y hasta la repentina decisión del presidente Zapatero de retirar las tropas españolas de Irak es interpretada como una estratagema para acallar o hacer pasar a segundo plano el principal problema del país: ¿quién está detrás de la matanza de Atocha? La pregunta se vuelve casi retórica, porque bien se pueden imaginar ustedes la respuesta que encierra.
La explicación del complot es pedestre y su verosimilitud se funda en el morbo que suele generar toda teoría conspirativa, es decir, en una debilidad psicológica de naturaleza paranoide que puede aportar muchos adeptos. Se la resumo. Algunos sectores de la policía y del CNI afines al PSOE habrían ofrecido al Gobierno información falsa con el fin de desprestigiarlo ante la opinión pública, y hasta se siembran dudas sobre la autenticidad de algunos objetos de la investigación -mochila y camioneta encontradas-, etcétera. En definitiva, los autores materiales de la matanza serían unos pobres parias utilizados no por Al Qaeda, sino por... Incluso los fallos en la prevención de la masacre serían atribuibles a esos sectores policiales, que al parecer no se hallaban bajo las órdenes del Gobierno, sino del... PSOE. Aunque el mismo señor Rajoy de momento sólo se haya referido veladamente a esa supuesta conspiración, ésta adquiere cada día mayor difusión en los círculos de opinión de la derecha. Puede ser un indicio de por dónde puede llevar el ejercicio de la oposición el PP. Su vieja guardarropía está de nuevo disponible para intentar demostrar la naturaleza malévola, esencialmente malévola, criminal, del partido en el Gobierno. ¿Les suena?
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