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La 'muerte dulce' se ha cobrado más de 40 víctimas en los últimos diez años

F. Javier Barroso

La llamada muerte dulce, producida por la inhalación de monóxido de carbono (CO) en altas concentraciones, se ha cobrado en la región más de cuarenta víctimas en los últimos 10 años. El fallecimiento de la víctima se produce siempre de forma fulminante y sin sufrimiento; de ahí la denominación de dulce. La víctima siente una especie de sopor hasta que pierde la consciencia. La intoxicación provoca la parálisis de las piernas, a la vez que un aturdimiento instantáneo que impide cualquier reacción.

El monóxido de carbono es un subproducto de la combustión incompleta. Siempre se produce algo de CO cuando se quema algún material basado en el carbono, como gas natural, petróleo para calefacción, leña, gasolina, carbón vegetal y algunas pinturas especiales. También se produce de forma natural en una cantidad ínfima en el organismo humano y los fumadores lo inhalan a través del humo de los cigarrillos.

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Los efectos perjudiciales del CO en el cuerpo humano se producen por dos razones: porque este gas, que no tiene olor ni color, reduce la capacidad de la sangre para transportar el oxígeno, y por sus efectos tóxicos sobre el sistema nervioso central. Las concentraciones bajas de CO generan dolor de cabeza, letargo, debilidad, náuseas o dolores musculares y, a veces, sin que el paciente se dé cuenta, se cronifican. El hecho de que este gas carezca de olor y color hace que las personas que fallezcan no se percaten de su mortal presencia.

Más de cuarenta personas han perdido la vida en los últimos 10 años en la región. Un suceso similar al ocurrido ayer en Vallecas se registró el 18 de noviembre de 2000, cuando la mala combustión de un calentador mató a una familia entera de San Blas, formada por un matrimonio y sus tres hijos de tres y dos años.

Los cinco integrantes de la banda de rock Santuario, de 19 y 24 años, murieron como consecuencia del letal gas procedente de una estufa el 29 de diciembre de 2001 en un local de ensayos ilegal de Leganés. Después se produjo un incendio, supuestamente por el cigarrillo que llevaba uno de ellos.

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Las últimas muertes, anteriores a las de ayer, se produjeron el pasado marzo, cuando dos rumanas, de 22 y 19 años, perecieron en Fuencarral-El Pardo al inhalar monóxido de carbono generado por la mala combustión de una vitrocerámica alimentada con gas natural.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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