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Carmen Ciria experimenta con una lírica más popular en 'Amantes glaseados', su segundo libro

La labor poética de Carmen Ciria, de 54 años, natural de Soria y afincada en Huelva desde 1975, donde imparte clases como profesora de Lengua y Literatura española, se basa en un eje existencial que se manifiesta en todos sus versos. Sus poemas invitan a la reflexión y al pensamiento. A esa carga filosófica añade un componente más: una especial preferencia por los autores clásicos. Todos esos elementos, que ya se daban en La luz y el unicornio (Diputación de Huelva, 1995), su primer libro de poemas, se vuelven a poner de manifiesto en su último trabajo titulado Amantes glaseados (2004), editado por la Asociación Cultural Andrómina de Córdoba en su colección Daniel Leví. Carmen Ciria ha publicado además otros dos poemarios Espacios y distancias (1993) y Es la hora de la fuga (1997), editados por la Diputación de Huelva.

Amantes glaseados se alzó con el premio Poesía Leonor de Córdoba de 2004. En esta obra la autora experimenta un punto de inflexión respecto a sus primeros poemas. De un lado, un acercamiento al lector con un lenguaje más coloquial, aunque sin dejar de ser culto. De otro, una capacidad irónica sin precedentes en su trayectoria poética. Carmen Ciria lo define así: La luz y el unicornio resultó ser un libro muy culto que no llegaba a los lectores. Trata de una historia medieval en la que se desarrollan unos avatares amorosos entre Tristán e Iseo. Hay una reflexión sobre el amor, el paso del tiempo y la muerte mediante un lenguaje demasiado retórico. En Amantes glaseados he logrado un tono coloquial, que sin perder altura lírica, conecta más con la gente".

Carmen Ciria ha conseguido en este último libro un equilibrio entre lo culto y lo popular que le ha abierto una nueva línea de expresión, que según esta autora, será la que siga a partir de ahora. Además, Carmen Ciria incorpora elementos de modernidad que vienen a sumarse a esa tradición clásica que había sido hasta este momento su centro de construcción poética. En este sentido, junto a poemas como Quemar la noche, en el que la autora hace suyo el símbolo de la noche de San Juan de la Cruz, aparecen otros como En el ascensor o Billi Holiday, un poema dedicado a la música.

Amantes glaseados plantea una temática existencial: "E incendiarás la nada / para plantar un árbol de la vida / y escribirás los nombres de los seres / que te ayudaron a acabar con las sombras / a rechazar el fantasma que espiaba a la vejez /..."

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