_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Desafío

Una misteriosa corrección política establece que es mejor ser nacionalista que no serlo. Sucede, sin embargo, que la gran mayoría de los ciudadanos de España no se sienten nacionalistas de nada y por supuesto que tampoco nacionalistas españoles. Y en todo caso prefieren resaltar aquello que nos une que lo que nos pueda separar. Y nos une una historia común y algo que es mucho más importante que la historia: unos valores constitucionales y democráticos que se avivan en todo el territorio estatal, uniformemente, con grandeza y sensibilidad, cuando ello es necesario. Y nunca fue más necesario que tras el 11-M: tiempo del dolor más intenso y tiempo, también, que desvela el nacimiento de una sociedad nueva. De un país mestizo y laborioso, moderno y solidario, creativo y abierto. En las antípodas de cualquier descarrío excluyente.

España es una gran nación ilustrada donde rige la división de poderes y donde vivimos en libertad. Pero ¿y la igualdad? Tal vez algunos nacionalismos sean poco proclives a esa llamada. Ellos miran para sí, para sus regiones. Quieren que su dinero no salga de sus territorios, y de este modo se puede acabar quebrando la solidaridad: las comunidades ricas serán cada vez más ricas, las pobres, más pobres y las diferentes, más diferentes. A veces, de un modo forzado y artificioso.

Desde hace más de un cuarto de siglo el discurso territorial predominante en España es el de la pluralidad, algo muy conveniente, por otra parte, después de tanta barbarie uniformista. Pero en los últimos años vamos viendo que esa pluralidad a veces se antoja insaciable. Como si ya fuera una "revolución permanente" que sólo se conformará con la independencia. Es un plan que medró mucho en las dos últimas legislaturas porque siempre resulta más fácil embellecer la segregación frente a un gobierno de derechas que frente a uno de izquierdas. Pero ahora estamos ante un cuatrienio socialdemócrata y Zapatero tiene que pronunciarse. Con claridad. Al margen de ello, urge reformar el Senado para que sea, por fin, la gran cámara de diálogo entre el Estado y las comunidades y ciudades autónomas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_