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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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Amenazas y oportunidades

Emilio Ontiveros

LA PRÓXIMA AMPLIACIÓN de la UE abre para la economía española un conjunto de oportunidades, las derivadas fundamentalmente de la muy significativa extensión del mercado, pero también incorpora algunas amenazas. Alguna de estas últimas, como la reducción de las transferencias de fondos estructurales hacia España (la ampliación reducirá la renta media por habitante de la UE en más de un 10%), ha quedado suficientemente explícita durante la última reunión de los ministros de Finanzas de la UE, en la que se ha debatido el próximo cuadro de Perspectivas Financieras 2007-13. Las más importantes, en todo caso, pueden ser las derivadas de la capacidad competitiva que exhiban algunas de esas 10 economías. Salarios significativamente más bajos que los españoles (en las manufacturas, los salarios checos o húngaros, por ejemplo, no llegan al 20% de los medios españoles) y un factor trabajo con un elevado grado de cualificación (la escolarización media en ambos países es significativamente más duradera que la española), son ventajas que ayudan a explicar el reciente crecimiento de las exportaciones de estos países a la UE. Su ubicación geográfica completa el conjunto de atractivos que también han exhibido en los últimos años en la atracción de flujos de inversión directa extranjera; los procedentes de la UE se han duplicado en los últimos cinco años, superando significativamente a los recibidos por España. Las oportunidades comerciales y receptoras de inversión que disfrutan estos países, lejos de agotarse, se intensificarán a medida que vayan homogeneizando su legislación y regulaciones con las vigentes en la UE. En una perspectiva más larga, la entrada en el euro de algunos de ellos eliminará definitivamente uno de los factores de riesgo más importantes.

A juzgar por experiencias anteriores (Grecia en 1981; España y Portugal en 1986; Austria, Finlandia y Suecia en 1995), las ampliaciones también crean nuevas oportunidades de comercio e inversión

Esas ventajas de los nuevos no tienen por que traducirse necesariamente en desvíos hacia los mismos de la capacidad exportadora de nuestra economía (actualmente, las dos terceras partes van hacia la UE) o de la atracción de inversiones extranjeras, también en más de un 70% procedentes de Europa. A juzgar por experiencias anteriores (Grecia en 1981; España y Portugal en 1986; Austria, Finlandia y Suecia en 1995), las ampliaciones también crean nuevas oportunidades de comercio e inversión. De las mismas se ocupa fundamentalmente un informe del Fondo Monetario Internacional (Selected issues, http://www.imf.org/external/pubs/cat/longres.cfm?sk=17295.0), anexo al que con carácter anual realiza sobre España esa institución, en cumplimiento de las obligaciones establecidas por el artículo IV de los Estatutos. Uno de los aspectos de los que se deduce una cierta vulnerabilidad de nuestras exportaciones es consecuencia de la similitud de su estructura con la de los países de la ampliación. El 60% de las ventas al exterior españolas se concentran en manufacturas, de las que una amplía mayoría son maquinaria y equipo de transporte, una estructura muy similar a la que define a la mayoría de los nuevos, con menos intensidad de éstos, por el momento, en automoción.

El otro foco de competencia, y quizá potencialmente más importante, a la luz de la experiencia de ampliaciones anteriores, es la centrada en la atracción de flujos de inversión extranjera directa en aquellos sectores en los que las ventajas en términos de coste y cualificación del factor trabajo son más explícitos, como ya ha ocurrido en los últimos meses, en que las entradas en España han caído de forma significativa. Aumentar el atractivo para la nueva inversión, extranjera o no, y evitar cuando menos la deslocalización de las existentes, no pasa precisamente por abaratar los factores de producción, sino por obtener de ellos más valor. Y eso exige necesariamente más inversión nacional, privada y pública: en habilidades de los que trabajan y quieren trabajar, en capacidades de los que los dirigen y en las tecnologías que hacen más eficientes los procesos empresariales. Aunque algo tarde, es la forma de hacer, una vez más, de la necesidad virtud.

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