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IDA Y VUELTA
Columna
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11-A

Miro y miro el gentío que el domingo pasado llenó el Trambaix y el Fòrum y veo que, de entre esas miles y miles de personas, no conozco a nadie, absolutamente a nadie. Y eso que son de Barcelona, mi ciudad natal, donde he vivido casi siempre. Hoy en día entiendo mucho mejor lo que decía Gil de Biedma que le pasaba con esta ciudad. Salgo a la calle y miro Barcelona y me digo que éste fue el lugar donde transcurrió mi juventud, y me lo digo como si estuviera en un sitio donde sucedió algo, un lugar donde conocía a todo el mundo y pasaron ciertas cosas. El hecho es que llevo años viviendo aquí y no conozco a una sola persona de entre esas multitudes que el domingo se desplazaban, con fervor religioso, de un lugar para otro. Más que preguntarme qué es el Fòrum, me pregunto quiénes son todas esas personas que viven en mi propia ciudad y con las que no tengo demasiado que ver.

¿Tengo que ver con ellas, en compañía de ellas, el espacio absurdo del Fòrum? ¿Por qué algunas de esas personas insistían, el pasado domingo, en que al Fòrum le faltaba la sombra que dan los árboles? ¿Quién es toda esa gente que parece estar esperando algo? ¿Quiénes son esos ciudadanos que se ofrecieron para plantar árboles en el Fòrum? ¿Por qué pasean con tantos niños? ¿Por qué tantas barbas, tatuajes, chándales y bicicletas? ¿Saben algo de Velvet Underground, de Gombrowicz o de la nariz del señor Murakami? ¿Cuántos de entre ellos leen? ¿Por qué llevan zapatillas que se diría que no dejan huellas? Me han hecho pensar en el médico Louis-Ferdinand Céline: "Oleadas incesantes de seres baldíos vienen desde el fondo de los tiempos a morir sin cesar ante nosotros y, sin embargo, seguimos ahí, esperando cosas...".

Hoy, 11 de abril, a un mes exacto de la masacre de Madrid, ¿dónde están las multitudes del domingo pasado? Siguen deambulando. Esta vez están de vacaciones. Y puestos a preguntar, me gustaría saber dónde está José María Aznar. Con él tiene uno la impresión de que, más que marcharse de la política, las masas le han echado de ella. ¿Dónde están todos hoy domingo 11 de abril? Unos buenos amigos de Madrid, que estaban ayer en el monasterio de Yuste, me llamaron para contarme que un gentío considerable se agolpaba a las puertas del lugar donde algunos creen que anda ya retirado Aznar. Otros le suponen en El Escorial, entre beatos y duquesas, recordando la boda de la niña. Pero no está nada claro que este hombre ande ya retirado en los espacios imperiales que soñó. En su momento esa retirada formaba parte de su plan, es cierto, pero para ese destino religioso antes tenía previsto ser secretario general de la ONU, la misma organización que tanto amó. Y lo que ahora sucede es que, aturdido, ni se ha ido ni se queda o, mejor dicho, se queda. Se ve esto muy claro porque Mariano Rajoy, su sucesor, a la sombra del árbol que su jefe piensa plantar en Yuste, no crece. Se queda Aznar por ahora en el partido político que tan estrecho le quedaba cuando se creyó el dictador romano Cincinnatus, aquel que se retiró a su granja.

Yo sé que hoy mismo, a un mes exacto del día en que empezó a cambiar todo el mundo menos Aznar, presenciaré el lento regreso a mi ciudad, a primeras horas de la tarde, de oleadas incesantes de seres tan baldíos como yo, seres a los que no conozco de nada, pero que en esta ocasión no vendrán desde el fondo de los tiempos, sino de montañas y mares, de pueblos y ciudades por los que habrán deambulado a lo largo de esta semana que ha sido muy religiosa y santa y también semana de guerra santa. ¿Quiénes son todos esos que vuelven a la ciudad?

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