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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un Potter sanguinario

El espectacular éxito comercial conseguido por los libros y secuelas de Harry Potter ha eclipsado un fenómeno tan interesante como inesperado: el desconcierto provocado en quienes han intentado evaluar -más allá de su impacto mediático- su verdadero contenido artístico. La lectura de Máscaras de matar proporciona una primera compensación en este sentido porque sus potterianos elementos (el pulso entre información y tensión, la estructura dramática) ayudan a comprender muy bien la fórmula narrativa que tantos adeptos parece generar. Nada tiene que ver el sanguinario universo de los cortadores de cabezas con la popular criatura firmada por Rowling, pero comparten ambas creaciones la vocación de alimentar una industria del entretenimiento en la que fantasía es sinónimo de barrocas formulaciones dominadas por el eclecticismo.

MÁSCARAS DE MATAR

León Arsenal

Minotauro. Barcelona, 2004

286 páginas. 18 euros

Si a esto le añadimos la reproducción

de ambientes basados en imágenes e iconos propios como venablos, arneses, espadas y rituales y una imperturbable permutación de elementos expresivos destinados a certificar la dureza de los personajes y la crudeza de las situaciones, obtendremos ese severo equilibrio narrativo. El autor reprime sin piedad los excesos galaicos que parecen pugnar por liberarse de las voces de los personajes para gritar el nombre de ¡Carballeira! como el parquet de legítimo pino gallego del impagable homenaje de Forges al legendario Torrado Estrada.

El protagonista, el duro Corocota, es un cazador de cabezas que parte en busca de Tuga Tursa, bruja pérfida donde las haya y tras cuyo cráneo recorre la región de los Seis Dedos y aledaños, dando cuenta de la turbulenta relación existente entre sus tribus. Habrá quien se sorprenda por la tranquilidad con que describe su atroz conducta decapitadora pero hay que atribuírsela sin duda a los cánones del género. Agradará, a cambio, a muchos lectores la morosa delectación con que Arsenal describe el periplo de Corocota, garantía de una prolongada inmersión en el sangriento mundo de gargales, armas y mediarmas, que así se llaman los principales grupos de habitantes de este lugar sobre cuya datación nada se sabe.

En un momento en que los géneros literarios están más en entredicho que nunca y su vigencia sólo se justifica por la vulneración deliberada (y creativa) de las normas, Arsenal despliega todo su ídem de recursos al servicio de una fórmula -la inmarcesible ciencia ficción que durante años pugnó por su fallida reformulación en ficción científica- que hace sentir a los muchos miles de adeptos casi como cofrades de una secta. Sin duda por eso también el jurado del Premio Minotauro, compuesto por personalidades de la cultura como Álex de la Iglesia o Ángela Vallvey, le ha concedido tan merecido galardón.

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