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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

De avispero a polvorín

Las tropas españolas en Nayaf se vieron implicadas ayer por primera vez en una batalla campal de tres horas contra manifestantes chiíes radicales, en su mayoría armados, leales a un jefe religioso conocido por su fanatismo violento. Murieron más de veinte personas, entre ellas un soldado salvadoreño de la base Al Andalus, y al menos dos centenares resultaron heridas. Una protesta similar en Bagdad, también chií y también en apoyo del clérigo extremista Múqtada al Sáder, acabó también con varios muertos. Otros miles de obedientes a Sáder se manifestaron en Basora y Nasiriya.

Los sincronizados enfrentamientos han sido los más graves entre chiíes y fuerzas de la coalición. El pretexto de la batalla de Nayaf, en la que han llegado a intervenir helicópteros artillados estadounidenses, ha sido la errónea convicción de los chiíes de que un ayudante de Múqtada al Sáder había sido detenido el sábado por los soldados españoles, en lugar de por los de EE UU, como se confirmó ayer. Para complicar más la situación, muchos de los manifestantes eran miembros muy jóvenes de las denominadas Brigadas Al-Mahdi, una ilegal y violenta milicia armada al servicio del influyente clérigo.

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Los sangrientos acontecimientos de Nayaf y la capital iraquí ponen de relieve una vez más el descontrol de la situación en el país árabe, al que EE UU pretende devolver nominalmente su soberanía el 30 de junio próximo. La mayoría chií de Irak, incluidas sus facciones más violentas, va adquiriendo protagonismo a medida que se acerca una fecha en la que espera verse decisivamente reflejada en el nuevo Gobierno. En este contexto se inscribe el pulso que el incendiario y joven Múqtada al Sáder mantiene con las autoridades estadounidenses, agudizado tras el cierre la semana pasada de su periódico en Bagdad, al que el plenipotenciario Paul Bremer acusa de incitar a la violencia sectaria. El desenlace de ayer coloca por primera vez y directamente a las tropas españolas en uno de los platillos de la balanza que tanto se habían esforzado por evitar.

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