_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sexo y bondad

Los detractores de las políticas de paridad sexual defienden su postura alegando que es injusto colocar a una mujer, por serlo, en un puesto de responsabilidad para el que quizás no está preparada. Y tienen razón. Lo que hace sospechosos a quienes se manifiestan así es que sólo piden preparación a las mujeres, y que generalmente no denuncian la ingente cantidad de hombres incapaces que han llegado muy arriba porque nadie los ha inspeccionado con lupa. La incompetencia no puede seguir siendo patrimonio exclusivo de los hombres. Una sociedad verdaderamente igualitaria es aquella en la que las mujeres incompetentes también pueden hacer, como los hombres más incapaces, carrerones políticos impresionantes.

El problema de las políticas paritarias no es ese. El problema es que dejen de ser un instrumento para convertirse en un fin. El problema es que la igualdad entre hombres y mujeres se quede en una mera cuestión retórica, en un adorno al que puedan recurrir incluso los que no creen en ella. Es el caso del PP, capaz de albergar en su seno a ciertos alcaldes de ciertos pueblos y de promover al mismo tiempo la primera presidenta del Congreso. De lo que se trata no es tanto de que haya el mismo número de machos y hembras en el Consejo de Ministros; se trata de que la gente se habitúe a ver cuerpos de mujer y psicologías femeninas en puestos de responsabilidad. Sólo así irá desapareciendo la idea de la mujer como un ser subsidiario del hombre, el estereotipo que explica en buena medida nuestros altos índices de violencia conyugal. De lo que se trata, no sé si se acuerdan, es de cambiar el mundo en la medida de nuestras posibilidades. Así que yo voy a aplaudir la política de paridad sexual de este nuevo PSOE, no tanto porque crea que los puestos de responsabilidad deben estar repartidos equitativamente entre los sexos (de hecho no creo que deba ser así), sino porque la considero una herramienta efectiva para combatir nuestros prejuicios más perniciosos.

El nombramiento de Mar Moreno como presidenta del Parlamento andaluz se inscribe, supongo, dentro de esta política. Y es bueno que haya sido elegida por unanimidad. He leído las crónicas y los resúmenes de su discurso de investidura, y estoy de acuerdo con mucho de lo que dijo. Lo que más me gustó fue su apología de la bondad. Un hombre jamás se hubiera atrevido a defender en un discurso semejante esta virtud tan injustamente menospreciada. En nuestro mundo, tan masculino, lo prestigioso es la maldad. La bondad se considera el signo de los débiles. Pero no es así; las personas buenas saben que para serlo es necesario ser muy fuerte. Ser bueno pero no tonto, decimos. Como si la bondad estuviera aparejada a la tontería y no fuera una desinhibida manifestación de la inteligencia.

Y ya que he hablado de sexos: me dio dentera que Moreno usara la palabra 'género' para referirse a su sexo, como si ella en vez de ser una persona fuera un adjetivo calificativo. No es pedantería; es que me da rabia que triunfe el anglicismo solo por los melindres de no pronunciar la palabra española. Sexo. Venga, que junto a bondad resuene esa equis entre las paredes del Parlamento.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_