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Miguel Ángel Moratinos | Exteriores | EL GOBIERNO DE ZAPATERO

Un gran diplomático por vocación y talante

Miguel Ángel Moratinos Cuyaubé nació en Madrid en 1951, en el seno de una familia de clase media. Casado con Dominique Maunac, de origen francés, es padre de tres hijos, de los que los dos mayores tienen bien cumplidos los 20 años. Y es colchonero, o sea forofo del Atlético de Madrid.

Más allá de esas notas personales, el próximo ministro de Asuntos Exteriores es un diplomático de carrera con un currículo internacional sin precedentes. Su paso a la política representa, por lo tanto, un reto importante y marca una cierta excepcionalidad, si se tiene en cuenta que, entre sus predecesores desde la transición, sólo Marcelino Oreja y Fernando Morán procedían del cuerpo.

Católico de tendencia socializante, Moratinos simpatizó desde antiguo con el PSOE, pero hasta el año 2000 no entró a militar en este partido. Siempre lejos de España por motivos profesionales, tampoco ha estado presente en el aparato socialista ni tuvo relación estrecha con José Luis Rodríguez Zapatero hasta poco antes de las elecciones, cuando aceptó entrar en el consejo asesor del candidato. Eran tiempos en los que nadie daba un duro por la victoria de los socialistas, de modo que la confianza entre el líder y su futuro canciller creció en días de dificultades.

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Además de su formación -es licenciado en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid y diplomado en Estudios Internacionales por la Escuela Diplomática- Moratinos tiene un activo importante para el ejercicio de su profesión: su reconocido talante de moderado, de persona que sabe escuchar a todos y comprender todos los puntos de vista, pero sin perder el objetivo, que persigue con tesón infatigable hasta en los detalles más mínimos.

Esa cualidad explica que, tras siete años como enviado especial de la Unión Europea para el Proceso de Paz en Oriente Próximo, haya salido del trance con gran autoridad moral y unas relaciones, si no extraordinarias sí más que aceptables, en los dos bandos hasta hoy irreconciliables. Hizo de enlace con Siria para Benjamin Nettanyahu, y el propio Ariel Sharon le despidió tras su cese, aunque la negativa del representante europeo a secundar el aislamiento de Arafat le costó más de un disgusto con el Gobierno hebreo.

Aquellas negociaciones -la elaboración de la Hoja de Ruta sobre todo- le dejaron también al ministro in pectore una gran proximidad al secretario de Estado de EE UU, Colin Powell, que, aunque no llegue a llamar a su futuro colega español con el "Curro" que utilizan sus amigos, sí le conoce familiarmente como "Migüel" (sic).

Éstas y otras bazas pondrá en juego Moratinos para realizar una tarea que concibe como la reconstrucción del consenso sobre la política exterior, aun dando a lo hecho por el PP un giro de 180 grados, y la normalización de un agitado ministerio para el que fue embajador en Israel en 1996, por muy poco tiempo, tras haber desempeñado varias direcciones generales.

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