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Pamplona exhibe una monográfica inédita del pintor Emilio Varela

La antológica es la primera del artista fuera de su Levante natal

Por primera vez en los últimos cincuenta años el pintor Emilio Varela (1887-1951) es objeto de una muestra monográfica organizada fuera de la Comunidad Valenciana. La sala Castillo de maya de Caja Navarra, en Pamplona, expone hasta el mes de mayo 36 obras que abarcan todas las facetas del creador mediterráneo, especialmente su calidad de paisajista, el género más característico del autor.

Con el último cuadro pintado por Varela, Bodegón del Porrón (1951), se cerró una larga etapa creativa dominada por el color y el estudio de la luz e iniciada en un estilo académico que se refleja en telas como Gitanas o Un tapiz.

Varela, no obstante, es recordado fundamentalmente por las perspectivas paisajísticas de sus obras, que la sala navarra exhibe en abundancia. Más de veinte composiciones de espacios naturales alicantinos como La ciudad, Barrio de Santa Cruz o Castillo de Santa Bárbara demuestran la calidad de un observador del campo y la ciudad que pintaba in situ y en una sola sesión con una tendencia a la simplificación temática que se fue haciendo evidente con el paso del tiempo.

Un proceso de síntesis que se puso de manifiesto asimismo en obras más intimistas como los retratos, autorretratos y naturalezas muertas del pintor. La selección de cuadros de la muestra, comisariada por Fernando Francés, constata que Varela fue un pintor "emocional, muy dinámico, de una realidad alterada por la preponderancia de un color vinculado a sus sentimientos y que a veces conducía la composición hacia el campo de la abstracción", señala el comisario.

La paleta cromática de Varela atravesó todos los colores, desde amarillos y naranjas hasta el azul cobalto, las transparencias, el gris o los tonos plateados y azules de los primeros planos de sus pinturas más depuradas, vinculadas por algunos críticos al realismo mágico.

Su aprendizaje con Sorolla en Madrid le permitió conocer las técnicas impresionistas y participó del luminismo de los paisajistas valencianos. Uno de los hechos que lo ha mantenido al margen del conocimiento general del público fue precisamente su independencia de criterio y el no haber pertenecido a escuela concreta alguna. En telas como Reflejos en el agua. Balnearios del Postiguet (1930) ensaya el puntillismo de colores complementarios y se acerca al fauvismo y al expresionismo en cuadros como Elche o Altas palmeras. Su libertad creativa queda plasmada en el juego cubista de la obra Composición cubista (1935), en una exposición que constituye una ocasión privilegiada de acercarse a la obra de uno de los pintores levantinos más infrecuentes en las salas españolas.

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Destacados coleccionistas privados de Nueva York, París, Buenos Aires o Manila, entre otras capitales del arte, poseen obras de Varela, muy diseminadas por el mundo. Precisamente algunos de esos coleccionistas privados, la familia del artista y amigos íntimos han cedido la mayor parte de los cuadros de la exposición.

La muestra no olvida presentar una selección de los espacios interiores, naturalezas muertas y retratos plasmados por el artista levantino, que llegó a pintar más de 150 autorretratos a lo largo de su carrera pictórica.

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