Satna ya puede acariciar a su hijo
Al electricista El Khamlichi, esperar el tren en Atocha le ha costado ya dos operaciones, una de pulmón y otra de corazón
"Si saben que el pueblo español está contra la guerra de Irak ¿por qué han puesto bombas en trenes llenos de obreros? A nosotros no nos debían ni tocar. Son unos criminales". Bendaoud El Khamlichi, aún no ha cumplido los 30 años. Es el mayor de siete hermanos. Desde que perdieron al padre en 1982, su madre, Satna, se hizo cargo de ellos trabajando el campo, allá en Oued-Zem, una población situada en el centro de Marruecos, a medio camino entre Casablanca y la cordillera del Atlas. Bendaoud no había nacido aún cuando su ciudad natal se hizo famosa por una rebelión sangrienta contra los franceses en 1955, un año antes de que Marruecos alcanzara la independencia.
A pesar de la máscara que cubre su rostro se le adivina una enorme y franca sonrisa. Su mano derecha es acariciada constantemente por las de su madre como si fuera la de un niño chico. Satna no se ha despegado de su lado desde que llegó de Marruecos el pasado domingo.
Bendaoud está sentado, pero apenas puede moverse de tantos conductos que lleva adosados. Tiene cicatrices en la cabeza y el tórax. Los pulmones y el corazón se le encharcaron cuando el 11 de marzo esperaba en el andén número 3 de Atocha la llegada de su tren para desplazarse a Coslada, donde está la sede de Sacesa, la empresa para la que trabaja como electricista.
Odio a Estados Unidos
Vio un fogonazo y se despertó en el hospital Doce de Octubre convaleciente de la primera intervención de corazón. El viernes pasado le operaron de los pulmones y aunque no le descartan una nueva intervención del corazón se encuentra bastante animado.
Es técnico especializado en mantenimiento de sistemas automatizados. Vino a España hace cuatro años, en octubre, y comparte piso con varios inmigrantes, entre los que se encuentra Sonia, su novia ecuatoriana. Bendaoud ya es consciente de que ha sido víctima de un atentado.
"Los que han hecho ésto no pueden decir que son islamistas ni cristianos. Ninguna religión permite matar. Son asesinos", sostiene Bendaoud. "¿Qué hemos hecho nosotros, los obreros? Si tienen cuentas que saldar que arremetan contra los políticos. A nosotros no debían ni tocarnos, que nos dejen en paz". Cuando se le recuerda que entre sus instigadores hay marroquíes asegura que en Marruecos ese tipo de gente permanece escondida y actúa en otros países donde hay más libertad.
Cree que entre los islamistas hay muchos que odian a Estados Unidos por su política de protección a los regímenes que gobiernan en los lugares santos, como Arabia Saudita, Kuwait o Israel
. Y que no atentan contra sus dirigentes porque están protegidos. "Donde hay inocentes, como en los trenes, es muy fácil poner bombas. Quieren dejar muchas víctimas, pero así no van a conseguir nada".
Bendaoud sostiene que con el recurso a las armas se le hace el juego a los Estados Unidos: "Ellos [Bin Landen o los salafistas marroquíes] harían mejor en dedicarse a crear escuelas para extender la educación en el mundo árabe. Sería más beneficioso para todos".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.