Iniesta y Vitolo se adueñan del balón

Los jóvenes españoles, considerados niños hasta bien entrados en los 20, tienen la desventaja de jugar poco en sus clubes y la ventaja de conocerse mucho de las selecciones inferiores -la sub 21 en este caso-, que los llaman hasta cuando tienen edad para otros desafíos. El equipo de España que se enfrentó ayer a Dinamarca con la tensión de un entrenamiento es subcampeón sub 17 del mundo. No ganó la final de los Emiratos Árabes, contra Brasil, por un accidente. Juega bien y es académico. Académico, según la escuela de Cruyff y la Quinta, que ve su impronta genética varias generaciones después.

En la selección no se ven hombres de gran corpulencia. Rara vez alguno supera a su rival en el salto. Los centrales son escrupulosos y juegan por anticipación más que por la vía directa. Casi todos los jugadores ofrecen soluciones tácticas. Son imaginativos y tienen un aire de diletantes, serenos y sin prisa, buscando el goce en los detalles. A la sombra de esta ideología padeció Dinamarca, que vivió el amistoso como una sesión de atletismo intensivo, corriendo sin el balón: hacia los lados, hacia atrás y hacia adelante, desgastándose en contragolpes sin efecto.

El más completo fue Iniesta, un líder que se ofrece en todas las zonas con la seguridad de los que sienten que tienen respuestas para todos los interrogantes. En su retaguardia se bastaba alguien listo y valiente, un distribuidor tinerfeño de apellido Vitolo. Se diría que entre Iniesta y Vitolo ganaron el partido. Entre los dos dejaron seco a Timm, un 10 canterano del Manchester que asumió la mayor parte de la carga de Dinamarca con despliegue y llegada.

Timm, Hogh y Würz tenían algo que ofrecer. Fueron los únicos daneses con recursos para el nivel de la situación. Pero, como sucede a los virtuosos aislados, no dispusieron de muchas ocasiones. Debieron perseguir el balón y, al cabo de una hora de hacerlo, ofrecieron la rendición incondicional. Se acabó el partido.

Abiertos en las bandas de España, Juanfran y Jonatan echaron una mano a Iniesta y Vitolo en la tarea de mover la pelota entre puntos distantes para cansar a Dinamarca. En la punta, Sergio García se limitó a recoger lo que le daba la marea en un partido tranquilo, como un entrenamiento.