Los niños, ante el 11-M
Pautas de los expertos sobre cómo tratar en colegios y familias la violencia, el terrorismo y la muerte
Si el atentado del 11-M en Madrid ha impactado duramente a los adultos, mucho más a los que tienen menos mecanismos de protección emocional: los niños. La preocupación por cómo abordar de la manera más acertada posible lo sucedido está presente en todos los colegios y familias españolas. La visión de crudas imágenes del atentado en televisiones y periódicos ha multiplicado el impacto de la tragedia en los niños y adolescentes. Han visualizado el horror y lo han sentido cercano. Es decir, se han formado en la mente una imagen visual del terror, un concepto que a muchos chicos les parecía más abstracto -o incluso recreativo (lo ven a menudo en videojuegos, series de televisión y películas)- que real.
El arte puede desempeñar un papel importante en momentos de crisis emocional
"Hay que transmitirles que, a pesar de todo, hay esperanza y que se puede hacer algo"
"Ha habido demasiadas imágenes, pero no tengo claro que los niños no tengan que ver nada, ya que las imágenes violentas se encuentran a menudo en muchas partes", explica el catedrático de la facultad de Pedagogía de la Universidad de Barcelona Josep M. Puig Rovira, uno de los principales expertos españoles en educación en valores.
"Es imprescindible, en primer lugar, hablar con los críos sobre lo que han visto, preguntarles qué les ha parecido, qué sienten y qué creen que va a pasar. Se trata de tirar de sus respuestas. Hay que dejarles expresar el dolor, y en los colegios se debe plantear así a toda la clase, hay que gastar el tiempo que haga falta en ello". Lo que no debe ocurrir, resalta Puig Rovira, es "que sea sólo el adulto el que comente lo sucedido a los niños, y esto vale tanto para los profesores como para los padres".
Un segundo paso es "la transmisión de esperanza": "Es entonces el momento de que se oiga la palabra del adulto -que es mejor que sea alguien cercano y apreciado por los niños pequeños o en el que confíen los adolescentes y que lo haga con ganas, que no sienta recato o vergüenza al hablar del tema-, alguien que cuente a los niños que, a pesar de todo, cabe mantener la esperanza, que hay cosas buenas y que se puede luchar por un mundo que merece la pena y por una convivencia mejor. Darles una luz a la que agarrarse".
Una tercera medida, sugiere Puig Rovira es "resaltar el valor del silencio". "No sólo en los minutos que se guardaron en toda España en honor de las víctimas, sino también en momentos posteriores. Se puede poner a los niños a escuchar música o a tocarla, a pintar y decirles que piensen mientras en lo que se ha hablado".
El arte puede desempeñar un papel importante en momentos de crisis emocional. Recurrir a él, en cualquiera de sus manifestaciones, cuando no se sabe qué o cómo expresar los sentimientos reconforta a muchas personas. Dicen los expertos que llega un momento en el que ya no se pueden decir nada nuevo y lo que se mencione a partir de ese momento acaba sonando a palabras vacías. Entonces, guardar silencio atribuyéndolo a una razón, como homenaje, resulta muy impactante y muchas personas recuerdan años esos momentos de silencio guardados en honor a alguien o a algo.
Finalmente, un cuarto paso, sería incitarles a "hacer algo", como mandar un dibujo, un correo electrónico o una carta expresando lo que sienten o lo que quieren que pase. La necesidad de ser útil es lo que ha llevado a miles de personas a donar sangre tras el atentado.
Otro experto, el catedrático de Psicología de la Educación de la Universidad Complutense Álvaro Marchesi insiste en que "la visión de imágenes traumáticas en las que se ve de forma repetida los efectos devastadores de la violencia en las personas amplían su efecto psicológico, por lo que quizás las televisiones tenían que haber seleccionado las imágenes" y aporta otra idea a tener en cuenta: "En estas situaciones, el papel de los centros docentes es importante, deben ayudar a sus alumnos y formar su conciencia moral. Pero sobre todo debe prestarse especial atención a los alumnos con menos equilibrio personal o con dificultades familiares, ya que no disponen de las condiciones básicas para asimilar hechos tan trágicos".
Otra cuestión espinosa es la explicación de la muerte. La profesora de Filosofía y Ética Concepción Poch y la psicóloga Olga Herrero acaban de publicar un libro sobre La muerte y el duelo en el contexto educativo (Paidós). "En general, la forma de explicar la muerte a los niños es a partir de la de un animal cercano o conocido, como cuando murió en el zoológico de Barcelona el gorila Copito de Nieve. Es mejor hablar de muerte antes, realizar una acción preventiva no paliativa", explica Concepción Poch.
"Pero, en casos como el del 11-M, así como cuando se producen muertes de jóvenes, conviene decir a los niños (en este caso, a los que viven en España) que es algo que puede pasar pero que no deben tener miedo porque no suele ocurrir en nuestro contexto, salvo en excepciones, y que hay personas malas que matan pero que la mayoría son buenas", señala Poch. No se les debe mentir, es decir, asegurar que no les va a pasar, añade Poch. "Cuando preguntan por qué o dónde ha ido y no se sabe realmente qué decirles, es mejor comentarles con naturalidad que no lo sabemos todo. Los padres con creencias religiosas lo tendrán más claro y los demás les pueden decir, por ejemplo, que es un misterio y que vuelven a dónde estaban antes de nacer".
De cara a los adolescentes, el explicar la muerte antes de que suceda "es positivo para que vean que las cosas no se pueden aplazar de forma indefinida, esto fomenta su sentido de responsabilidad", dice Poch. ¿Pero no les crea ansiedad? "Depende, no todo el mundo puede hablar de la muerte. Tienen que ser adultos, padres y educadores, que sepan cómo contarlo de forma delicada y ver cuándo es o no el momento. Además, deben ser personas muy próximas, en el caso del colegio, el tutor o los profesores de secundaria con los que tienen complicidad. La relación estrecha, el contacto entre padres y profesores es también crucial. Tiene que haber coherencia entre lo que se les dice en casa y en el colegio". Poch también opina que se debería evitar que los niños muy pequeños vean las imágenes del terror.
Victoria Camps aporta sugerencias desde su perspectiva de catedrática de Ética de la Universidad Autónoma de Barcelona: "La lección más interesante a transmitir en la escuela a raíz de los atentados es la de enseñar la ilegitimidad absoluta del terrorismo y del fanatismo y explicar en qué consiste, justo en un momento en el que la violencia se ve en toda partes, a través de la ficción y de lo real. Sobre el 11-M, se les debe explicar que la violencia no es legítima nunca, que está muy ligada al fanatismo y a la obcecación en unas ideas o unas convicciones religiosas, y que el terror y el asesinato no son legítimos para defenderlas". También es una ocasión para enseñar a los niños "a distinguir que por un hecho que han realizado unas personas determinadas no se puede descalificar a una religión, un pueblo o una cultura", resalta Camps.
El director de Promoción Educativa de la Fundación Hogar del Empleado (que cuenta con diversos colegios e institutos, algunos cercanos a la zona del atentado), Roberto Rey, desde su experiencia pedagógica resalta que, de cara a la lluvia de informaciones, de comentarios y de sucesos de este tipo que pudieran acontecer en el futuro, "hay que dar una imagen de seguridad a los chicos". "Conviene contarles que los que lo han hecho ya están detenidos, que la vida continúa y que hay que ser tolerantes, evitar a toda costa la caza de brujas soterrada que hace del extranjero el culpable", explica Rey.
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