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Crítica:CRÓNICA INTERNACIONAL
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una elegía francesa

Ahí es nada, en poco más de 700 páginas he aquí toda una especie de resumen de la historia de la literatura francesa, una de las columnas básicas de nuestra cultura universal, más que occidental tan sólo, una de las grandes claves de lo que hasta ahora se pensaba que era nuestra pura y simple formación general básica. Y su subtítulo así parece indicarlo: Desde los 'Juramentos de Estrasburgo' (842) hasta el entierro de Sartre (1980), esto es casi doce siglos de letras, aunque francesas, determinantes en lo que hasta ahora considerábamos el arte literario de nuestro tiempo. Quizá ya haya dejado de ser así, y de ahí que este gran libro participe a la vez de la historia pura y dura, de su orgullo y de quizá la nostalgia de lo que ya está dejando de existir, como si se tratara a la vez de una elegía y de una despedida, de la constatación de una verdad indiscutible y de la desaparición de toda una literatura, y con ella de todo un país y de una cultura que antes llegó a parecer total.

LE PAYS DE LA LITTÉRATURE

Pierre Lepape

Éditions du Seuil

París, 2003.

734 páginas. 31,20 euros

(en España)

Más información
"El lector ha cambiado: es más consumidor"

Pues Francia y su literatura son a la vez uno y lo mismo, en dicho país su literatura forma parte de su más profunda identidad, es su mejor producto, cuidado, formado, regado y cultivado con una intensidad sin igual. En ningún otro lado la lengua, su docencia y su escritura, sus productos y sus productores -los escritores- son tan protegidos, atendidos y fomentados como allí. Pero la actual evolución del mundo, de la "democracia" y de su globalización capitalista parecen estar a punto de arrumbarlo todo, o casi.

No se trata de una historia

al uso, ni de un manual propiamente dicho, sino de una cadena de 43 eslabones o reportajes históricos sobre otros tantos momentos clave de la literatura francesa, desde los primeros documentos escritos en la lengua franca, frente a la otra tudesca donde descendientes de Carlomagno se iban repartiendo el pastel de lo que al final se deshizo, el Sacro Imperio Romano Germánico. Así, Lepape se apoya sobre todo en la langue d'oil, la nacida en el norte del país, olvidando en buena medida la langue d'oc, la del sur, lo que hace que desaparezcan en grandes e importantes zonas (como los trovadores o las novelas de caballerías) una lengua que además cambió mucho desde sus orígenes hasta hoy. Leer el francés antiguo es para un lector actual más complicado que para un español el Poema del Cid. Además, estos reportajes son de una viveza y colorido asombrosos, sin merma alguna de su exactitud y erudición, y su sentido es democrático, popular, pese a la gran influencia institucional (la Iglesia, la Sorbona, las órdenes religiosas, la Academia y el Poder Real) sobre todo lo nacional, que sin embargo vino siempre del pueblo y de su espíritu crítico y satírico. Hay ausencias -las más importantes Villon y Molière-, pero están Le Roman de Renart (no la Chanson de Roland), Montaigne, los jansenistas, Pascal, Racine, los grandes moralistas, y hasta los extravíos místicos, la creación de la Enciclopedia, Voltaire, pero también Zola y los "dreyfusards", los diccionarios (los privados de Littré y Larousse, frente a una inoperante Academia), Proust, los avatares surrealistas, la "Acción Francesa", Céline y los colaboracionistas, las grandes revistas (la NRF de Gide), hasta Blanchot y la insumisión frente a De Gaulle y la libertad de Sartre frente a sí mismo, como el último gran broche de una historia espectacular, que quizá haya terminado si las cosas no cambian.

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