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Crítica:DANZA | Ópera de Lyón
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El gran circo de Philippe Decouflé

El coreógrafo de la nueva danza francesa que mejor ha sobrevivido a los esplendores de su reciente pasado, Philippe Decouflé (Neully-sur-Siene, 1961), estrenó anteayer un complejo espectáculo de danza circense que expone a duras pruebas a la excelente plantilla de este ballet, uno de los mejor preparados de Europa dentro de esa nueva corriente del ballet ecléctico contemporáneo cada vez más fuerte y presente en las grandes casas de ópera y ballet. Acrobacia, humor, ironía y un cierto pesimismo dan el aliento a Tricodex (que surge del Codex Seraphinianus, libro del artista plástico italiano contemporáneo Luigi Serafini y que termina con el propio coreógrafo en escena).

Decouflé es un coreógrafo altamente mediático, probablemente el que más (no hay más que recordar sus premiados spots para Dior y Polaroid); sabe cómo gustar y llevar al espectador a una tierra imaginaria y circense, una atmósfera que le apasiona y con unas técnicas escénicas que domina. Así, los bailarines de la plantilla lionesa (donde hay una decena de españoles e hispanos entre los que destacan Iratxe Ansa, Fernando Carrión y Maite Cebrián) se han tenido que entrenar a fondo para volar por los aires, colgarse de péndulos extraños y oscilar sobre discos malabares. Hay escenas extraordinarias e imaginativas frente a otras, sobre todo las transiciones, que no se sostienen, como si este creador fuera un hombre de los tiempos del videoclip, de la velocidad de exposición, del gag que explosiona y no regresa.

La sala de la ópera y su moderno escenario, que remodeló Jean Nouvel hace ahora 10 años, celebra esta intervención singular de Decouflé donde, con franqueza, hay poco baile en sí mismo y sí mucha energía con cierto perfume transgresor (los desnudos, la competencia de los culturistas). En definitiva, corrobora que en los grandes teatros de ópera serios ha tomado de lleno carta principal esta danza que no es danza, pero, a falta de otro género, entra en el saco del ballet actual, el ballet que no es tampoco ballet. Y hay que asumirlo como un acto de contrición y de éxtasis de las expresiones contemporáneas.

Al final, el propio coreógrafo aparece en un breve solo reflexivo y prescindible, donde reverencia al público, que en el estreno no escatimó bravos a esa hora y media de ensoñación y bestiario. La obra viajará este año a Bilbao, China y Norteamérica.

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