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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Ritama Troyano de los Ríos, un ejemplo

Ritama Troyano de los Ríos murió en su cama la noche del 22 al 23 de marzo. Tenía 98 años y la misma inteligencia, integridad y categoría que tuvo siempre. Con ella va desapareciendo una generación que nos ha dejado mucho, pero de la que hemos aprendido poco.

Nació en el monasterio de El Paular, donde sus padres y otras familias de intelectuales (como los Menéndez Pidal) pasaban los largos veranos de entonces. En su casa y en el colegio, el Instituto Escuela, aprendió a mirar, a interesarse, a valorar el campo, los animales, los pueblos, la sencillez, lo auténtico y, sobre todo, a ser respetuosa con los demás. Con 19 años viajó a Inglaterra para dar clase de español a jóvenes estudiantes; primera parada, París; segunda parada, Inglaterra. Allí sus dos acompañantes, su tío, Fernando de los Ríos, y el poeta Federico García Lorca, siguieron camino a Nueva York. Con Federico mantuvo una cálida amistad; él fue uno de los que convirtió a Rita María en Ritama.

Sobrina de un ministro de la República perteneciente al Partido Socialista, sobrina también del fundador de la Institución Libre de Enseñanza, Francisco Giner de los Ríos, nieta del que fue director del diario El Sol, Manuel Troyano, convivió con muchos de los intelectuales de la época, cuya amistad mantuvo toda la vida.

Vivió y participó en todo lo que ocurría en la Residencia de Estudiantes, la Institución Libre de Enseñanza, la Barraca, la literatura, la generación del 27, la República... Casada con el ingeniero y humanista Carlos Fernández Casado, del que nos queda su inmensa obra como constructor de puentes, pasó la Guerra Civil en Madrid, conviviendo con Benjamín Palencia. Tuvo cuatro hijos.

Siempre, en cualquiera de sus anécdotas, acababa apareciendo algún personaje que ya es histórico. A principios de los setenta, José Ortega Spottorno les llamó para que apoyaran la creación de un nuevo diario. "¿Será como El Sol?", preguntó ella. "Ya quisiera yo", contestó Ortega.

No dejó de leer ni un solo día este periódico, aplicando a todo lo que ocurría un criterio que se está perdiendo: detestaba la ostentación, el mal gusto, la mentira, la superficialidad. Nos ha dejado un ejemplo de honestidad, solidez, austeridad, sencillez, firmeza y verdad que deberíamos imitar.-

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