_
_
_
_
MATANZA EN MADRID | Las víctimas

SONIA PARRONDO ANTÓN / A ella no le gustaba ir en tren

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sonia Parrondo, de 28 años, cuidadora de niños vocacional, tenía un apodo: Moñiguita. Un apelativo cariñoso que le tocó por ser la más pequeña de siete hermanos. Pero también la más irónica y la más fuerte.

Su marido, también fallecido en el atentado, bromeaba con hacerle un test de inteligencia por su rapidez. Nunca le faltaban palabras para urdir una observación aguda y veloz. Guapa y "ancha de hombros", según precisa una de sus hermanas, era muy coqueta. Pero no le gustaba pintarse. Siempre preguntaba cómo le quedaba la ropa: "¿No está muy holgada?". Cuando atravesaba el umbral de su casa, su familia nunca sabía qué aspecto tendría: un día llevaba trencitas enroscadas y al otro el pelo corto y rojo. Era muy sensible. Pero tomaba el mando en las situaciones duras. Por ejemplo, durante la enfermedad de uno de sus hermanos. Un día, al volver del trabajo, se encontró con un mendigo sentado en un banco. Pasó de largo y subió a su casa. Al poco, bajó con una tortilla recién hecha. El indigente le dijo: "Sabía que vendrías". Estuvo tres horas escuchando a aquel hombre, sentada a su lado en el pequeño pupitre.

Más información
Vidas rotas / 12

Pero también le gustaban las cosas ligeras. La música. Apreciaba tanto a Alejandro Sanz que tenía una foto enmarcada en su cuarto. Sus sobrinas pensaban que era su marido y le llamaban "tío". También disfrutaba con Bustamante. Música para bailar. Se movía de un modo especial. "Llamaba la atención su manera de andar". Llevaba sólo ocho meses fuera de la casa materna. Allí, tenía que dormir en la misma cama de su hermana Feli, dos años mayor.

No le gustaba ir en tren. Por eso, su marido, Roberto, solía acompañarla en el trayecto desde su casa, en Vallecas. "Hacían todo siempre juntos".-

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_