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MATANZA EN MADRID | La investigación policial

Una mochila bomba pasó varias horas en Ifema y recorrió 25 kilómetros hasta ser desactivada

Los artificieros detectaron las similitudes entre ese artefacto y lo hallado en una furgoneta

La mochila bomba cargada con 10 kilos de dinamita y 600 gramos de tornillos desactivada por la policía en la madrugada del viernes 12 de marzo pudo haber estallado en el pabellón 6 de Ifema, donde permaneció varias horas tras ser trasladada desde la estación de El Pozo. Este pabellón es contiguo al número 8, donde tras la matanza del 11-M un equipo de más de 200 psicólogos y psiquiatras atendían a cientos de familiares. La bomba hizo un recorrido de 25 kilómetros hasta acabar depositada en la comisaría de Vallecas, donde finalmente fue descubierta y desactivada a las 5.15 del 12 de marzo.

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El artefacto, según fuentes de la investigación, tras permanecer en el pabellón 6 de Ifema varias horas después de la matanza del 11-M, fue entregado por los policías que realizaban identificaciones de cadáveres en dicho recinto a la comisaría de Vallecas, en la calle de Peña Trevinca. Un agente de dicho centro policial descubrió la bomba a últimas horas de esa tarde, al escuchar la alarma del teléfono, oculto en la mochila, y que servía como temporizador y activador de los explosivos.

A las 2.40 del 12 de marzo fue requerida la intervención de los Tedax (Técnicos especialistas en desactivación de artefactos explosivos). Los artificieros, tras conocer las circunstancias de su procedencia -había sido recogida en la estación de ferrocarril de El Pozo y llevada al pabellón 6 de Ifema, junto con diversos objetos de las víctimas del atentado- procedieron a trasladar la mochila a un descampado para su desactiva-ción. Los artificieros eran conscientes de que tenían ante sí el mejor hilo, acaso el único hilo, para que los funcionarios de la Comisaría General de Información llegaran hasta el ovillo de los autores de la masacre. Por ello, optaron por asumir el riesgo de intentar desactivarla a toda costa para recuperar intactos todos los elementos utilizados por los terroristas. Y lo lograron oficialmente a las 5.15 del viernes, seis horas antes de que compareciera de nuevo el presidente del Gobierno, José María Aznar, para reiterar que había dos líneas de investigación sobre la matanza, pero que la "hipótesis más lógica" apuntaba a ETA.

Una bolsa con iniciales

La bolsa de deportes azul, con asas de cuero marrón y una inscripción de unas iniciales, reveló todo su contenido. Y no dirigía hacia ETA: una bolsa de plástico azul claro, de las usadas para recoger basura, en la que se ocultaba el explosivo, algo más de 10 kilos de una sustancia gelatinosa -dinamita goma 2 Eco-, más de 600 gramos de tornillos y clavos introducidos en la masa como metralla; un móvil de marca Motorola Triumph con una tarjeta de prepago, conectado mediante dos cables; un detonador eléctrico número 5 de cápsula de cobre de Unión Española de Explosivos; y un cargador válido para el teléfono citado. Nada de ese material olía a ETA.

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Los arficieros todavía no han determinado por qué no estalló esta mochila bomba durante los 25 kilómetros de traslado por las calles de Madrid y las casi 24 horas que pasaron hasta ser desactivada. Sólo pudieron afirmar que el teléfono estaba manipulado para que su alarma, en vibrador, hiciera estallar la bomba. El teléfono, aun apagado, debió activarse al sonar la alarma. Una alarma que (con hora errónea o no), de haber activado el artefacto, habría segado decenas de vidas, en el tren, en una calle madrileña, en el Ifema o en la comisaría de Vallecas...

Pero los mandos de los Tedax no tardaron en comunicar, en la misma madrugada del día 12, a los responsables de la investigación algo aún más valioso que dicho análisis. Detallaron, según fuentes de la investigación, que existían tres elementos coincidentes entre el artefacto recién desactivado y los hallados en la furgoneta Renault Kangoo localizada por la policía a las 10.50 del 11-M junto a la estación de Alcalá de Henares con una casete de iniciación al Corán: idéntica bolsa de plástico azul claro de basura; idéntica sustancia explosiva gelatinosa -dinamita goma 2 Eco-, e idéntico detonador eléctrico número 5 y de cápsula de cobre. Todos estos elementos -detonadores y explosivo, y sus conexiones con la furgoneta con la pista islámica- alejaba la sombra de ETA sobre la autoría de la matanza. Y todos estos datos obraban en poder del ministro del Interior, Ángel Acebes, cuando compareció a las 18.00 del día 12. Los confirmó a preguntas de este diario en privado.

La cronología del Gobierno - 11-M, Toda la verdad en tiempo real- resume lo que dijo Acebes en su comparecencia ante los periodistas a esa hora: "Informa que ha aparecido una bolsa completa con explosivos, un detonador y un teléfono móvil que actúa como temporizador. Señala que estas nuevas pistas abren nuevas posibilidades. Reitera que no hay motivo para que ETA no sea la principal vía de investigación". Justo lo contrario de lo que arrojaba el análisis cerrado por los artificieros tras la desactivación lograda 13 horas antes.

José Emilio Suárez Trashorras, el ex minero acusado de facilitar los explosivos a los terroristas.
José Emilio Suárez Trashorras, el ex minero acusado de facilitar los explosivos a los terroristas.REUTERS

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