Una estrella de fútbol-ficción
En Italia se multiplican los elogios hacia Kaká, el extranjero más impactante en muchos años
Desde hace unos meses, el pasatiempo preferido de los cronistas deportivos italianos es diseccionar cada virtud futbolística de Kaká (Brasilia, 1982) y buscar una equivalencia entre algunos de los mejores jugadores de la historia. Un ensayo de fútbol-ficción al que nadie imaginaba tener que acudir como recurso periodístico cuando el brasileño aterrizó en Milán el pasado verano. El espectacular rendimiento de Kaká está superando todas las expectativas puestas en el joven jugador, que llegó al club lombardo como una interesante inversión de futuro, muy celebrada ya en Brasil, pero poco conocida en Europa. Ahora, tras siete meses llenos de buen fútbol, tiene San Siro rendido a sus encantos.
"Corro tanto porque no quiero perder el tiempo", dice el brasileño, de 22 años
No extraña, pues, que en el juego de parecidos razonables con las viejas glorias el completísimo Kaká nunca salga perdiendo por mucho. Por ejemplo, Pelé dice que su imponente cambio de ritmo le recuerda nada menos que al de Cruyff. Por debajo de ese altísimo listón quedan ilustradas opiniones según las cuales practica los sorprendentes regates de Rivera y tiene la visión panorámica de Boban o la plástica elegancia de Van Basten.
Carlo Ancelotti, el entrenador del Milan, prefiere medir las virtudes de su pupilo en relación a su eficacia goleadora, pero también exalta su versatilidad: "Cuando le vi por primera vez, me recordó a Toninho Cerezo por su dinámica. Es muy difícil de marcar, lee bien el juego, se asocia... Pero, en realidad, tiene el instinto y la frialdad de Platini ante la portería rival".
Kaká es un media punta atípico que juega en un país, Italia, en el que esa figura siempre está bajo sospecha, según los cánones del rigor táctico imperante en el Calcio. Es precisamente su capacidad goleadora, su magnífica pegada, el argumento que satisface a los críticos que sólo juzgan a un futbolista por sus estadísticas. Los números avalan a Kaká, que ha marcado ya nueve goles en la Liga nacional y otros dos en la Champions jugando indistintamente por detrás de uno o dos delanteros.
El mítico Franco Baresi, actual técnico del equipo juvenil del Milan, explica que el fútbol de Kaká convence a cualquiera: "Es elegante y concreto a la vez. Técnicamente impecable, sí, pero lo que impresiona es cómo siempre le da un sentido vertical a la acción y en una velocidad punta".
Además, su físico también es destacable. Poco queda de aquel juvenil flaquito que debutaba en el São Paulo en 2000. Sometido a un exigente programa de preparación física que le ha hecho ganar 10 kilos de masa muscular en los tres últimos años, ahora presenta una respetable armadura que fomenta su potentísima arrancada.
Pocos jugadores pueden presumir de haber llegado al fútbol italiano con sólo 22 años y despertado tantas alabanzas. Elogios que Kaká, simpático, educado y con la cabeza bien amueblada, soporta con humildad, pero también con ambición: "Corro tanto porque no quiero perder el tiempo", dice, riendo, cuando le hablan de su imperial cambio de ritmo.
Para Regina Brandão, psicóloga de la selección brasileña, en la que Kaká ya se va afianzado, "su secreto es la autoestima, la determinación y la voluntad de mejorar; además, siempre se ve apoyado por un bello carácter y una sólida familia [su padre es ingeniero civil y su madre profesora]".
Mejorar a todo un campeón de Europa como el Milan no era fácil. Kaká lo ha conseguido, eclipsando a Rui Costa y convirtiéndose con su gran rendimiento en uno de los factores detonantes de la marcha de Rivaldo, con cuya empresa de representación curiosamente acaba de firmar para recibir asesoramiento en las próximas temporadas.
El Milan pagó 8,2 millones de euros al São Paulo por su fichaje. Un acierto que esta vez no podrá apuntarse el oportunista Silvio Berlusconi. Toda la ciudad sabe que fue otro brasileño ilustre, Leonardo, ex jugador milanista y actual directivo del club, el que justamente antes de colgar las botas fue seis meses compañero de Kaká en el São Paulo en 2001. Su ojo clínico supo ver todo el magnífico potencial futbolístico y humano que Kaká ya apuntaba. Fueron sus argumentos los que sedujeron a un joven proyecto de estrella para que eligiera al Milan como siguiente paso en una carrera que apunta muy alto.
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