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El Pavace, en perspectiva

Dentro de unos meses, las partes firmantes del Pacto Valenciano por el Crecimiento y el Empleo (PAVACE) afrontaremos la adaptación de dicho acuerdo, porque así se establece expresamente en su 8º capítulo, lo que abre la posibilidad de revisar el conjunto de sus objetivos. Además, también está previsto en el Pacto que "si se produjeran cambios sustanciales en el entorno socioeconómico, evidenciados mediante estadísticas objetivas, se podrán revisar aquellas políticas que deban ser adaptadas a la nueva situación socioeconómica".

Nuestra actualidad cercana cuenta con diferentes posicionamientos y estudios sobre la realidad de nuestros sectores que son objeto de debate público. A veces, casi anteponiendo soluciones (deslocalización, reformas laborales,...) a la necesaria caracterización de los problemas y, con mucha frecuencia, desde una perspectiva reducida y sesgada, como si los hechos económicos pudieran separarse de sus dimensiones sociales.

La desaceleración en la tasa de crecimiento de la economía valenciana (1,97% de tasa de crecimiento interanual en el 2002 según los datos del INE), se ha visto en el pasado año acompañada de signos inequívocos de agotamiento del ciclo expansivo, iniciado a mediados de los noventa. A la caída, en los últimos meses, del índice de producción industrial, debemos unir ciertos síntomas de desaceleración del sector de la construcción, e incluso del sector turístico. Además las exportaciones en términos interanuales han experimentado una reducción del 5%, que en el caso de los bienes de consumo no energéticos alcanza el 7,9% de caída.

A ello han contribuido, por una lado, el estancamiento de las economías europeas punteras, que son nuestros principales clientes, y la inestabilidad generada en otros países, sobre todo islámicos, que hemos atizado estúpidamente. También han condicionado la situación actual la depreciación continuada del dólar frente al euro (prácticamente un 20% en 2003), así como una inflación media superior a la de los países de nuestro entorno. Todo ello ha frenado la demanda exterior, sólo parcialmente equilibrada con los resultados del sector turístico y el de la construcción.

Pero esta desaceleración, pese a determinadas interpretaciones, no tiene raíces coyunturales, esta negativa evolución de indicadores hablan de la debilidad estructural de nuestro tejido productivo, que se mantiene desde hace más de dos décadas.

Se percibe, además, la existencia de importantes amenazas externas, como el creciente impacto de la competencia china o coreana, y de dificultades por un modo de producción incompatible con el medio ambiente y el cumplimiento de compromisos internacionales (Kioto). Pese a la indudable importancia de todo lo anteriormente apuntado, los problemas derivados de un crecimiento desequilibrado no son menores. Digámoslo claramente: la construcción no puede seguir indefinidamente su escalada, tanto porque condiciona la demanda en economías domésticas cada día más endeudadas y drena recursos productivos, como porque es insostenible en términos medioambientales. Por otro lado, si el sector industrial valenciano y el de los servicios no superan su escaso nivel tecnológico, perderemos capacidad de competir, exportaremos actividad y empleo, a la vez que haremos más frágil el nuestro.

Nuestros indicadores actuales de mercado de trabajo están muy lejos de los valores medios europeos: tasa de empleo, 51% frente a 64%; tasa de temporalidad 35'2%, 5 puntos por encima de la estatal (30'6%) y el triple de la tasa europea. Esta situación del empleo va deteriorando la cohesión e impedirá la protección social futura, que sólo podrá soportarse sobre la cotización sostenida que aporta el empleo decente.

En el año 2003, la economía valenciana ha mantenido un bajo esfuerzo en I+D+I, en formación y cualificación de los trabajadores; las relaciones laborales y de empleo son de alta temporalidad y precariedad, con déficit claro de inversión, tanto en el sector privado, caracterizado en su mayoría por estrategias empresariales defensivas, como en el propio sector público. Como esta tendencia ha sido una constante en todo el periodo expansivo 1994-2003, nada invita a suponer un cambio sustancial de estrategias, cuando la presión se ha hecho mayor y los márgenes son más limitados.

Por esto creemos que es una torpeza no aprovechar los marcos contractuales que con mucha dificultad hemos conseguido establecer, sea a través de la negociación colectiva sectorial donde poco a poco van abordándose otro tipo de materias: organizacionales, profesionales o de prospectiva sectorial; sea a través de la concertación social en que abordamos empleo, modernización de los sectores productivos o políticas de bienestar.

El empleo estable, seguro, con derechos, sostenible y sin discriminaciones al que aspiramos sólo será posible si transformamos las viejas ventajas comparativas (reducidos costes laborales, traslación de responsabilidades,...) en nuevas ventajas competitivas. En la UE, los países que nos superan, o que aspiran a hacerlo, apuestan por I+D+I, por inversiones de futuro, por formación y por unas nuevas relaciones laborales que sean verdaderamente motivadoras.

El tiempo juega contra nosotros y los compromisos que nos vinculan, no sólo institucionalmente, deben ser atendidos con nueva responsabilidad. Por eso, frente a quienes con reiteración pretenden partir de cero, argumentando que lo que corresponde son soluciones imaginativas y unilaterales, o frente a los que no piensan más que en el oportunismo momentáneo de un acuerdo o un desplante, pretendemos afrontar tenazmente los problemas, hoy reales y mañana graves.

En CC. OO. del País Valenciano apostamos por fortalecer estos ámbitos de negociación, convencidos de que es posible y preciso mejorar la eficiencia de nuestros sectores productivos, como única manera de fortalecer nuestro modelo social. Sólo el reconocimiento del trabajo y del empleo otorga derechos y aporta calidad de vida.

Joan Sifre es secretari general de CC.OO. del País Valenciano.

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