ANGÉLICA GONZÁLEZ GARCÍA / A sangre fría
Dice Florentina que el Gordo de la Lotería de Navidad de 1984 le tocó a ella. Aquel 22 de diciembre de hace 19 años no ganó millones, pero recibió el premio más importante de su vida: su primera hija. "Fue una niña muy deseada", recuerda. "Ya al nacer parecía un angelito, por eso le pusimos de nombre Angélica". Creció en el barrio de Santa Eugenia, haciendo felices a sus padres y a su hermano Abraham, once meses menor que ella. "Los 19 años y dos meses que he pasado con Angélica han sido todo felicidad", asegura la madre. "No tengo ni un solo recuerdo malo de ella". A Angélica le encantaban los animales y solía dormir pegada a su gatita Truchi. "Quería cambiar las cosas", dice su madre. "Íbamos juntas a todas las manifestaciones". Colgó en su habitación una foto de Trinidad Jiménez, candidata del PSOE a la alcaldía de Madrid. "Su ilusión era que la recibiese y poder hablar con ella", recuerda su madre. Angélica estudiaba segundo de Filología Inglesa en la Universidad Complutense. Después de esa carrera quería empezar Clásicas. Pero antes tenía otros planes. "Esta semana íbamos a cerrar un curso de dos meses en la Universidad de Dublín", dice su madre. "Ya teníamos los papeles y el cheque". La mañana del 11 de marzo su madre no se levantó a despedirla, como hacía otras mañanas. Si lo hubiera hecho, probablemente ella la habría abordado por el pasillo; la habría besado "en los brazos o en la cara", como solía hacer, y la habría recriminado: "Pero, Musita
[así llamaba cariñosamente a su madre], ¿por qué te levantas?". Angélica era una gran lectora. Últimamente había descubierto a los autores norteamericanos del siglo XX. En el fatídico tren leía un libro que ha cambiado muchas vidas. "La mañana que murió estaba leyendo A sangre fría, de Truman Capote", dice su madre. "Y a sangre fría es como la mataron".
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