_
_
_
_
DON DE GENTES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Yo, a mi bola

Elvira Lindo

UNA NUNCA SABE por dónde le va a salir un lector. Pues no te digo que va uno y me escribe el otro día para decirme que me nota como con el tono más bajo últimamente. Yo es que lo flipo, te lo juro. Mi adorado Rafael Azcona me tiene dicho que no haga caso; que yo, a mi bola; pero, oyes, es que hay lectores que, dicho sea con todos mis respetos, te soliviantan. El caso es que es verdad, que tengo bajón. Natural. Como que después de lo que ha pasado me cuesta pillar el ritmo. Hasta Zapatero, que acaba de ganar las elecciones, no se ha puesto a dar saltos ni en la noche electoral, porque en estos momentos el exceso de alegría no encarta, como dicen los malagueños. Ya volverán los tiempos en que Bicoca y yo salíamos a hacer, ay, nuestras compras primaverales, pero ahora no es el momento. El propio Gallardón me dijo que el decaimiento se había notado hasta en las compras. No en los artículos de primera necesidad, sino en las cosas superfluas, o sea, las que yo compro, porque las materias primas las compra mi santo, que es un poco el Ferran

Adrià de este humilde hogar desde el que escribo estas piezas maestras. La verdad es que, dada la cantidad de cosas superfluas que adquiero a diario, me siento un poco responsable de este decadencia del mercado madrileño, pero qué quieren, todavía no estoy de ánimo. Iba a decir no estoy católica, pero no querría que se interpretara como un eslabón más en la guerra de civilizaciones. Por cierto, me llegó un mensaje anónimo por el móvil convocándome a las puertas de Génova para hacerle la ola a Mariano. Reconocí el número de Bicoca. Eso me hizo pensar en qué será de nuestra amistad ahora que Bicoca ha pasado a la oposición: ¿seguirá queriéndome o no querrá tratos con los que no son de su cuerda? El mismo Gallardón me dijo que hay bases en la derecha y bases en la izquierda, en España, que todavía no admiten que el poder lo tengan los otros. Eso me recuerda que días antes de las elecciones me fui a pasar la tarde al centro de ancianos Lista y estuve allí con los abuelillos humildes del barrio de Salamanca (que los hay) compartiendo horas de julepe y de tertulia. La cosa iba bien hasta que yo empecé a preguntarles por sus "ideas" y se hizo un silencio sepulcral. Según me contó Julián, el encargado, la política ni la tocan para no enemistarse. Pero yo me puse a jugar a la periodista incisiva y pregunté machaconamente hasta que conseguí que una pareja maravillosa de abuelos viudos, Guillermina y Víctor Manuel, que mantenían un noviazgo picarón, se soltaran de la mano al contar Víctor Manuel que su familia había estado en el 36 del lado socialista y Guillermina que la suya del bando nacional. Ay, ay, ay, qué mal me siento al recordarlo. En fin, de Sosomán me gusta algo que estamos pidiendo a gritos: más sosería y menos vehemencia. Es verdad, como decía mi lector impertinente, que tengo el tono más bajo (hay que respetar el luto), es verdad que ya no compro como antes; pero hay una cosa, a qué negarlo, en la que sigo en mis trece: la casa no se me cae encima. La otra mañana, sin saber muy bien por qué, me fui a la estación de Atocha. Paseé entre las velas y las flores, y, por esa afición que tengo yo a preguntar y a meterme en las vidas ajenas, conocí a Pepe

Soler, jefe de producción de los trenes de cercanías de Madrid, ferroviario de nacimiento, ferroviario por parte de padre y de abuelo; vaya, que en vez de venas tiene vías férreas. Pepe, o Pepín, como le llaman, se asomó conmigo desde lo alto de la cúpula de Atocha para ver entrar los trenes y me fue contando lo que era para él el ferrocarril, me contó que de niño se iba con su padre a la estación de Fregenal de la Sierra y los maquinistas le dejaban enredar con las máquinas de vapor, me contó que no podía imaginarse una vida fuera del runrún de los trenes, me contó que el 11 de marzo bajó al andén al sentir cómo la primera explosión rompía todos los cristales y que al estar ya entre los andenes estallaron las otras dos bombas, y cuando me iba a describir, con un gesto, cómo vio los cuerpos de tantas criaturas salir despedidos de los vagones, a Pepe, Pepín, se le quebró la voz y tuvo que echar mano del pañuelo del bolsillo. Yo al principio le acaricié el hombro, pero viendo que el hombre no podía decir nada me alejé un rato y lo vi sollozar desconsoladamente. Luego me pidió disculpas, "sólo me he derrumbado dos veces, aquel día y ahora", y mientras me acompañaba al taxi me contó, con orgullo, que consiguieron que la estación estuviera lista para los viajeros aquella misma tarde, y que veía a la gente, a los chavales jóvenes, aplaudir a los trenes cuando entraban en Atocha. Allí le dejé, sumergido en ese trabajo de chinos que consiste en organizar a diario todo el trasiego de los trenes.

Luego ocurrió algo extraño: pillé un taxi en la estación. Le digo al taxista buenos días y me pongo a pensar en mis cosas. De pronto, sin sentir el tiempo, me vi en la puerta de mi casa. Mientras le pagaba, le pregunté: "Perdone, ¿le dije yo la dirección a la que quería venir?"; y va el tío y me dice: "no"; y le digo: "¿y cómo la sabía?"; y el tío me suelta: "porque ya la he traído dos veces". Ya te digo, hay veces que pienso que no creo en Dios por pura cabezonería, porque estarás de acuerdo en que motivos no me faltan, oyes.

Homenaje a las víctimas del 11-M en al estación de Atocha
Homenaje a las víctimas del 11-M en al estación de AtochaGORKA LEJARCEGI

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_