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MATANZA EN MADRID | Las víctimas

VICENTE MARÍN CHIVA / Simpático a tiempo completo

"Esta cara de pillín, la de la foto, es la que tenía siempre", dice Milagros, la viuda de Vicente Marín Chiva, madrileño de 37 años, gestor de oficio, hijo de Fausto y de Lolita, "forofo del Atleti", maniático del orden, hermano de Janyn, Antonio y Fausto, maratoniano de fin de semana y fiel a Carabanchel Bajo, su barrio de toda la vida. Soñaba con correr la San Silvestre. "Por suerte lo hizo este año. Llegó en el puesto 2.437, pero se dio el gusto de su vida", recuerda Begoña, su tía.

Era obsesivamente puntual. Se levantaba a las 6.00 y cada día, a las 7.30, tomaba el tren en la estación de Asamblea-Entrevías para irse a trabajar en una consultoría frente al Retiro. El 11 de marzo la muerte lo citó en Atocha y él llegó vestido "a lo dandy", como siempre, "con el traje impecable, los zapatos lustrados la noche anterior y usando una camisa de 15.000 pesetas", cuenta Milagros. Empezaron a "tontear" cuando él hacía la mili y ella estaba en el colegio: "Pasaba con su uniforme azul, porque era voluntario del aire, y me saludaba, medio chulo, con su gorra y un 'qué hay". Se hicieron inseparables, se casaron hace dos años y se mudaron a Vallecas.

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Simpático a tiempo completo, Vicente "conseguía los papeles inhallables y, también, lograba que nos dieran una mesa en cualquier restaurante aunque estuviera a tope", recuerda Sagrario, una amiga de la oficina. Como "tenía un callejero en la cabeza", bromeaba con que habría sido un gran taxista. Nunca aprendió a conducir, sin embargo, porque los coches le agobiaban tanto como los abrigos.

Era fanático de Joaquín Sabina y conocía al dedillo sus discos. Al enterarse, el cantante le envió a Milagros un enorme ramo de flores blancas y parte de la letra de una canción: "Como un valiente torero al otro lado del telón de acero". Familia y amigos aseguran que no hay mejor despedida.-

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