Nueve prismas sobre el siglo XX
El breve siglo XX -de la Primera Guerra Mundial a la caída el muro de Berlín- ha sido también el siglo de las catástrofes, de las matanzas sistemáticas e industrializadas, el siglo en el que han muerto las utopías y parece haber triunfado el nihilismo: no sólo se ha dado por muerto a Dios sino también la historia y, con ella, la esperanza. Cementerio del futuro más que fin de la historia. Un filósofo francés, Pierre Bouretz (Lille, 1958), especialista en Max Weber y Hannah Arendt, ha estudiado en Témoins du futur. Philosophie et messianisme (colección NRF essais de Gallimard) a nueve pensadores que, según él, reconcilian fe y razón, es decir, una esperanza que, "una vez liberada de sus entusiasmos", es capaz de "imaginar lo mejor" sin ser "prisionera de lo peor".
La elección de Bouretz ha recaído en personajes que tienen en común el haber escrito durante el siglo XX, todos conocieron la experiencia de la guerra, todos -hay una sola excepción- escriben en alemán, saben de la acelerada secularización del mundo y los nueve son judíos. Además, escribe Bouretz, "ninguno de ellos ha aceptado las últimas consecuencias de dicha secularización: que el hombre sea apasionadamente de este mundo, se libere sin lamentarlo de toda trascendencia y acepte borrar cualquier horizonte que vaya más allá del de la historia".
Se trata de Hermann Cohen, Franz Rosenzweig, Walter Benjamin, Gershom Scholem, Martin Buber, Ernst Bloch, Leo Strauss, Hans Jonas y del único francófono, Emmanuel Levinas.
El padre espiritual del grupo, Hermann Cohen, defiende un modelo de integración "a la francesa", en el que la política y la lealtad nacional están en equilibrio con "el cosmopolitismo kantiano". El joven Gershom Scholem recuerda cómo rompe con su familia debido al sionismo de ésta. Años después, una vez admite lo que de rebelión antiburguesa había en su actitud, Scholem verá "Europa como un nuevo Egipto" y será presa de un "deseo de recuperar la herencia dilapidada". Y tras Scholem, Benjamin, quizá la figura más compleja de los nueve. Benjamin, el marxista, el materialista, no reniega de toda idea de trascendencia. En su correspondencia con su amigo Scholem, el místico que se apasiona por la cábala, vemos expuestas sus dudas que lo llevan a descubrir que el mesianismo no es incompatible con la razón, una razón en la que confía para que le ayude a dibujar una sociedad futura. Bloch precisará a su manera esa esperanza en la utopía al decidir que el desarrollo de la riqueza de la naturaleza humana es el objetivo de nuestro paso por esta tierra.
El libro tiene 1.000 páginas de estudio de los autores citados, monografías únicamente centradas en la producción teórica de los filósofos y que encuentran su coherencia en la voluntad de interpretar aquélla desde el prisma ya citado del mesianismo, y va seguido de otras 200 páginas de notas tan interesantes como el propio texto y que permiten dialogar a Kafka con Adorno, a Maimónides con Platón, a Dante con Nietzsche, y otras 50 de índices diversos que hacen posible su utilización como libro de referencia y consulta. Bouretz ha declarado que el libro es un homenaje al trabajo de "esos testigos del futuro que tienen en común el resistir a lo que Paul Ricoeur llama las heridas del nihilismo y desmienten el diagnóstico formulado en su día por Hegel: la filosofía siempre llega demasiado tarde".
El autor, muy comprometido también en el análisis riguroso de la Shoah, "una tragedia de la que apenas ahora comenzamos a entrever la profundidad", cree haber encontrado en sus nueve filósofos distintos prismas de una inteligencia histórica que, sin dejar de interrogar el pasado, es capaz de "liberar el imaginario del futuro en la encrucijada de la metafísica, la ética y la política".
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