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Reportaje:FÚTBOL | 103ª final de la Copa del Rey

La madurez de El Guaje

Villa, en su debú en Primera, confirma en el Zaragoza las expectativas que le hicieron un ídolo en Gijón

A este paso, El Guaje (niño, en asturiano) se va a hacer mayor en dos patadas. David Villa (Tuilla-Langreo; Asturias, 3 de diciembre de 1981) dio una inesperada prueba de madurez el miércoles al cargar con la responsabilidad ofensiva de un Zaragoza capaz de tumbar al Madrid. Para muchos fue una sorpresa su capacidad de sacrificio, su rapidez, su habilidad y su sangre fría para marcar el penalti que ponía en ventaja (2-1) a su equipo. Los que le conocen desde guaje saben bien cómo se las gasta.

En una primera impresión, de Villa destaca su desparpajo, el descaro con que se mueve en un campo. No conoce la palabra miedo. Hace unos meses le faltaba contrastarlo en la Primera División, esa categoría que sirve de filtro entre los jugadores del montón y los que establecen la diferencia. Villa es de estos últimos. En un equipo que ha pasado momentos muy difíciles, ha sido capaz de marcar once goles en la Liga, lo que le convierte en el quinto artillero español, superado sólo por Salva, Mista, Fernando Torres y Tamudo.

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Su tranquilidad y su compañerismo también han sido decisivos en la consecución del título copero por parte del Zaragoza. En la ida de los cuartos de final, en el Camp Nou, marcó un gol decisivo al Barça pese a tener que repetir un penalti. Y encarriló las semifinales contra el Alavés en la ida, en Vitoria, al entregar casi hecho a Savio el balón del empate en el último minuto. Lo de la final lo ha visto casi todo el mundo: 120 minutos pegándose una paliza física, un penalti transformado con seguridad, remates peligrosos y más de una tarjeta provocada a los rivales.

Fuera del terreno, en confianza, Villa es tan trasto como vestido de futbolista. Sus compañeros del Sporting aún recuerdan sus bromas, algunas tan crueles que sólo se toleraban por venir de quien venían. Porque El Guaje, capaz de pegarse con cualquier rival por su equipo, se hace querer en las distancias cortas. Tras la batalla, se vuelve reflexivo, como el miércoles, cuando tuvo un recuerdo para las víctimas del atentado de Madrid en medio de la euforia aragonesa desbordada en Montjuïc.

Villa tiene tantas ganas de triunfo que ha puesto todo de su parte para adaptarse. Le ayudó la compañía de Patricia, con la que se casó el pasado verano, tras consumarse su traspaso por cinco años, y el reencuentro con David Pirri, con el que había hecho buenas migas en el Sporting. Ha calado de tal forma en la afición que La Romareda ya ha coreado varias veces el lema de El Molinón: Illa, illa, illa, Villa-maravilla.

En la distancia, Villa no olvida sus orígenes, como demostró al celebrar su gol a César imitando a un escanciador de sidra o al subirse al podio de los campeones con una bandera de Asturias que compartió con Juanele, uno de sus ídolos de la niñez -junto a Luis Enrique, al que adora- y un buen apoyo en el Zaragoza. Por ese y otros detalles, sus goles siguen festejándose como propios en El Molinón, un estadio propenso a tachar de traidor a quien se marcha en busca de mejores caminos profesionales.

Los jugadores y técnicos zaragocistas, ayer, en las puertas de La Romareda. Villa, está detrás y a la izquierda de Dani, que sujeta la Copa del Rey.
Los jugadores y técnicos zaragocistas, ayer, en las puertas de La Romareda. Villa, está detrás y a la izquierda de Dani, que sujeta la Copa del Rey.EFE
Villa celebra su gol de penalti al Madrid en la final de Montjuïc.
Villa celebra su gol de penalti al Madrid en la final de Montjuïc.VICENS GIMÉNEZ

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