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FÚTBOL | 103ª final de la Copa del Rey

"Ha sido muy duro, muy triste"

Los madridistas, en silencio, sin palabras que decirse, se despiden de su ansiado triplete

"El vestuario se ha quedado en silencio", dijo Beckham camino del autobús. El jugador que simbolizó la culminación del proyecto de Florentino Pérez estaba sonriente, como siempre, y amable con los periodistas. Sus compañeros, mientras tanto, se marchaban cariacontecidos. Renqueantes unos, con los ojos llorosos otros, pálidos los menos, tristemente arrogantes los más. La plantilla, perdido ya el ansiado triplete de la Copa, la Liga y la Champions, estaba herida en su orgullo.

"No encontrábamos palabras", continuó Beckham; "ha habido un momento en que no teníamos nada que decirnos. Ha sido muy triste perder esta Copa por la que habíamos luchado tanto". "Supongo que el enorme desgaste que hemos hecho en la Liga de Campeones nos ha pasado factura", prosiguió el inglés, ayer irregular. "Ahora debemos concentrarnos en la Liga", concluyó. En eso coincidió con Raúl, que sigue sin ganar la Copa: "Perder ha sido muy duro. Pero hay que reponerse. Nos queda lo mejor, la Liga y la Champions".

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Solari y Guti fueron dos de los personajes con más historia. Solari, porque jugaba su cuarta final. "La jugué con el Atlético dos veces y la perdí; la jugué con el Madrid una vez, contra el Depor, y también la perdí", dijo días atrás. Para su desgracia, después de hacer un gran trabajo en el arranque -caño de espaldas a Savio incluido-, falló en la marca de Villa en el primer gol del Zaragoza. Una hora después certificaba la derrota en su quinta final. Se retiró del campo cojo y mudo.

Si el argentino tenía ganas de ganar un trofeo que se le ha negado más que a nadie, Guti no se sentía menos motivado. El segundo capitán madridista, por detrás de Raúl, jugó su primera final importante. Nunca antes, ni en la de la Copa de 2002, ni en la de Liga de Campeones de Amsterdam, ni en la de París, ni en la de Glasgow, había jugado un minuto. Anoche jugó y mandó. Fue el conductor del Madrid desde el medio centro, el cerebro, hasta su expulsión en la segunda parte, por doble tarjeta amarilla, la segunda tras el penalti a Villa. Y la hinchada aragonesa cantó: "¡Illa-illa-illa, Villa-maravilla!". Guti abandonó el estadio como si soltase ligeros gruñidos.

César, que perdió ayer su segunda final de Copa con el Madrid, parecía relajado, pero su imagen escondía la devastación interior: "Ha sido muy triste; muy duro, sobre todo porque tuvimos más el balón que el Zaragoza. Quizá no tuvimos tantas ocasiones, pero dominamos más. Quizá por eso estábamos más cansados al final. Pero la Copa no es una competición maldita para este equipo. El Madrid tiene que reponerse como en 2002, cuando la perdimos y luego ganamos la Champions".

El guardameta que había ocupado el sitio de Casillas por una noche fue ovacionado antes del encuentro por los 20.000 hinchas del Madrid que ocuparon el fondo norte. Al terminar, esa mitad del estadio estaba vacía y contrastaba con la del Zaragoza, que cantaba We are the champions a todo tronar. El recinto fue una fiesta maña a partir del gol de Galletti, que dejó a César perplejo. El delantero zaragocista se fue a festejarlo a la curva donde se apostaban sus hinchas y uno se cayó al foso en medio de una avalancha de alegría.

Cuando los jugadores del Zaragoza, con Cuartero al frente, recogían la Copa de manos del Rey, los del Madrid clavaban la mirada en la hierba desasosegados. El más hundido parecía precisamente César, que recibió el consuelo de Solari y Raúl.

Helguera, desolado por la derrota.
Helguera, desolado por la derrota.REUTERS

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