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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El horror, de cerca / 1

A ti, que dejaste la mortal mochila: te escribo al acabar el día más nefasto de mi vida y lo hago porque quiero creer que no eres consciente de tu acción. Esta mañana, mientras tú huías del tren, yo, y conmigo otros muchos ciudadanos anónimos, nos metíamos en ese amasijo de hierros que tú habías dejado, para tratar de socorrer a las víctimas de tu bárbara y cobarde acción.

Mientras tu miedo era ser apresado y puesto a disposición de un juzgado, nosotros nos desesperábamos clasificando los heridos en vivos o fallecidos; personas a las que tú habías condenado a muerte mientras dejabas tu mochila y que ahora me pregunto si les miraste a los ojos para comunicar tu sentencia.

Mientras esperabas que las mochilas que nos habías dejado explotasen, nosotros nos esforzábamos en evacuar a los heridos, sin siquiera imaginar que también compartíamos con las víctimas tu terrible e injusta sentencia.

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El destino ha querido que luche contra tu acción en todos los escenarios posibles: primero en el vagón, luego en el puesto de campaña y más tarde en el hospital donde trabajo. Acaba el día y estoy extenuado, pero descanso con la satisfacción del deber cumplido como ciudadano, médico y ser humano.

Me pregunto si tú sientes la misma satisfacción. La tuya se nutre del dolor y número de víctimas, mientras la mía lo hace de las decenas de miles de personas que hoy he visto ofrecerse ilusionados sin más recompensa que la de ayudar a un ser humano. Esa gente me hace concebir esperanzas de una sociedad unida sobre la que construir un futuro en paz para mis hijos. En ese proyecto gente como tú no tiene cabida.

Por mi profesión, como médico de un servicio de urgencias, estoy acostumbrado a ver dolor, sangre, heridas y cuerpos mutilados, pero siempre debidos a la fatalidad, a la imprudencia o a la catástrofe, pero las imágenes del vagón que vi superan con creces todo cuanto había conocido y seguirán conmigo, impregnadas en mi retina, toda la vida. Cuando las luces se apaguen y se haga la oscuridad sé que las visiones, los olores y los gritos de dolor fluirán para atormentarme y eso me da miedo.

Por eso quiero pedirte que la próxima vez que dejes una mochila te quedes cerca, y, tras ponerte a salvo para no salir dañado, te acerques a auxiliar a las víctimas de tu barbarie. No tengas miedo a ser apresado, que en ese caos la gente de bien sólo quiere ayudar y no se van a fijar en ti. Puedes pasar desapercibido con sólo agarrar la mano de alguna de tus víctimas. En ese momento entenderás la sinrazón de tu acción, verás de primera mano el dolor y sufrimiento que habrás causado y encontrarás vidas inocentes segadas por tu asesina acción.

El día que veas y sientas todo eso sí serás consciente de tu acción y cuando las luces se apaguen, tendrás los mismos miedos que ahora tengo yo. Tal vez ese día y esos miedos hagan que jamás dejes otra mochila.

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