EDUARDO SANZ PÉREZ / No verá nacer a su hijo

Cocinero, de 31 años. Eduardo no pudo asistir el jueves, como tenía previsto, a entrenar con su equipo de fútbol sala después del trabajo. Tampoco pudo besar a su mujer y a su hijo de dos años al llegar a casa, como acostumbraba. No pudo seguir soñando junto a ellos sobre cómo sería el niño que está en camino. No podrá verlo nacer dentro de un mes. Casado desde hace un lustro con Susana García, tenían una vida corriente, una casa nueva, un dúplex en el centro de Azuqueca, uno de esos proyectos cumplidos. "La casa era su ilusión, tan nueva", asegura su suegro, Ramón García.

Eduardo subió el jueves en Guadalajara al tren de cercanías que lo llevaba a diario hasta Madrid. Desde Atocha, como siempre, se iba a desplazar hasta el cuartel de Campamento en el que trabajaba hasta hace no mucho en la cocina (ahora le habían cambiado a mantenimiento). Hijo de emigrantes, Eduardo nació en Zúrich (Suiza), donde sus padres, Nicolás y Mercedes, se desplazaron como tantos otros en busca de un futuro mejor.

Con tres meses de vida lo mandaron a Guadalajara con su abuela, quien se convirtió, así, en su segunda madre hasta que sus padres regresaron, también a la capital alcarreña. Allí, Eduardo creció con sus hermanos, Ana Isabel y David. Y practicando su deporte favorito se hizo popular en la zona: jugó en Guadalajara en equipos de aficionados hasta que, tras casarse en 1998, se mudó a Azuqueca. Allí o en Villanueva de la Torre entrenaba entre semana; competía aquí y allá en pueblos de los alrededores. Un deportista de los de partido fijo los domingos. Ésta era para él la mejor forma de desconectar, dicen los que le conocieron. La tarde del 11-M planeaba reunirse como siempre con su equipo, el Deportivo de Azuqueca. Se acostó tras el Madrid-Bayern. Lo que llegó luego no estaba previsto.