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MATANZA EN MADRID
Columna
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El juego de la sangre

Antonio Elorza

Al horror de la matanza ha venido a unirse la sombra de la duda acerca de la autoría de los atentados de anteayer. Conviene advertir de entrada que esa duda es razonable, habida cuenta de los datos que hasta este momento, mañana del viernes, se encuentran a nuestra disposición. Resultaba perfectamente lógico que ETA lanzase el órdago de un gran atentado antes de que se cerrara la campaña electoral, y por ello intentara repetir el ensayo fallido al ser interceptadas las camionetas. Pero tampoco la hipótesis de Al Qaeda es absurda, al margen de la cassette encontrada con citas del Corán junto a los detonadores, lo que puede ser una falsa pista destinada a ocultar a los verdaderos culpables. El integrismo islámico tiene una cuenta pendiente desde que Aznar se ha convertido en el peón auxiliar de la política de Bush en Oriente Medio.

El primer escenario tiene a su favor el perfecto encaje con la estrategia y la situación actual de ETA, y el respaldo del episodio de la media tonelada de dinamita en camino hacia Madrid que la Guardia Civil frustró en una carretera de Cuenca. No existe la más mínima duda de que la expedición mortífera fue responsabilidad de ETA y el entronque de esa operación con la del jueves se ve reforzado por el uso del mismo tipo de explosivos. Si pueden surgir dudas en torno a la voluntad de ETA de provocar semejante matanza, a la vista de las dimensiones más reducidas de otros crímenes cometidos en el pasado, debe tenerse en cuenta una vez más que la media tonelada de Cuenca suponía un potencial de destrucción todavía mayor. ETA llevaba un año de constantes fracasos, con dirigentes y comandos detenidos, y notoria incapacidad para atentar con eficacia. Los atentados selectivos implican mayores riesgos y costes, así como una infraestructura que se encontraba en estado de desmantelamiento. Un atentado barato en costes y terriblemente eficaz en muertes correspondía perfectamente a la situación presente de debilidad. Además estaba la exigencia de dar un gran golpe fuera de Cataluña, y qué mejor sitio que Madrid en el orden simbólico, al hacerse pública la tregua de ETA para el Principado tras la entrevista de Perpiñan entre el vértice terrorista y Carod. Una vez más, y más que nunca, es preciso exigir al político de Esquerra una información completa acerca de lo que se trató entonces, fuera mucho, poco o nada. Mientras persista su silencio, tras la matanza de ayer, la suposición de una gravísima responsabilidad es del todo verosímil. Sin la puerta abierta a ETA por Carod, la necesidad del gran atentado distaba de ser una prioridad. No basta ahora con una política de gestos de autoexculpación. Una vez aclarado ese oscuro acontecimiento, sería la ocasión para plantear un Pacto Antiterrorista, depurado de las frases agresivas del actual hacia el PNV, que conjugara la actuación de todos los partidos y organizaciones democráticas.

Por otra parte, el estilo de la matanza es made in Al-Qaeda. ETA puede haberlo imitado, pero también existen razones para que una rama del terrorismo islámico intente ajustar cuentas con el eslabón más débil del frente de las Azores. Los Estados Unidos se han convertido en una fortaleza blindada y el control en el Reino Unido sobre los colectivos fundamentalistas es, con toda probabilidad, superior al que se ejerce en esta España. El papel jugado por los integristas desde nuestro país en la preparación del 11-S no atrajo demasiada atención, salvo en el plano estrictamente policial. La simultaneidad de las explosiones en los distintos trenes es también una imitación de lo ocurrido en los Estados Unidos. Y el juego de grandes atentados sobre un escenario mundial, separados por prolongadas pausas, también encaja. Abonaría, en fin, la tesis de Al Qaeda, no ya la declaración escasamente fiable de Otegi, sino la unánime condena de la masacre desde los medios y las organizaciones del entorno etarra, con Gara al frente: si un atentado de estas características no podía ser asumido, ¿por qué se comete?

Paradójicamente, trátese de ETA o de Al Qaeda, el juego de responsabilidades se mantiene. Las de Carod y Aznar, en el caso de éste por una política exterior que implica un riesgo absurdo. Y la de ETA, porque su voluntad de llevar a cabo una matanza antes del día 14 había quedado ya antes fuera de toda duda.

Explosivos que transportaba en una furgoneta el presunto etarra detenido en Cuenca el pasado día 29 de febrero.
Explosivos que transportaba en una furgoneta el presunto etarra detenido en Cuenca el pasado día 29 de febrero.

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