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Reportaje:MATANZA EN MADRID | Cuarteles de Daoíz y Velarde

"Pedí tranquilidad a todos, tenía miedo de la metralla"

J. B. M., policía de paisano

Carlos Arribas

J. B. M., policía de paisano que ronda los 40, toma todos los días el tren de cercanías de la línea de Aranjuez, unas estaciones antes de Atocha. Ayer, poco antes de llegar a la estación de destino, oyó un ruido muy fuerte. "Eran las ocho menos 20", cuenta. "Inmediatamente deduje que eran explosiones, que no había sido un accidente, porque nuestro tren no había descarrilado". Una joven que viajaba al lado de J. B. M., que, por motivos de seguridad, prefiere que no se publique su nombre completo, se abrazó a su vecino de asiento. Gritaba ¡"Dios mío, Dios mío"! "Intenté tranquilizarla, y tranquilizar a todos. Todo el tren, que circulaba atestado, con gente de pie en los pasillos y en la zona de las puertas, empezó a gritar. La máquina redujo la velocidad y miré a la izquierda. Entonces no me quedó ninguna duda. Vi un tren parado, envuelto en humo negro, el techo de un vagón estaba arrancado de cuajo". Inmediatamente después, sólo unos segundos más tarde, se oyó una segunda explosión, y, cuando aún no se había extinguido su eco, una tercera. "Nuestro tren se detuvo completamente al lado. En esos momentos", dice J. B. M., "me fui hacia la puerta pidiendo tranquilidad. Tenía miedo de que todos salieran corriendo, con lo que, si había otra bomba más, podrían ser víctimas de la metralla".

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Poco después, pensando que el peligro estaba en el tren, y no fuera, J. B. M. pidió a otro pasajero, un iberoamericano, que tirara de la anilla de emergencia y abriera la puerta. "Mientras todos salían, yo llamé por el móvil a mi unidad para que enviaran todas las ambulancias y toda la ayuda posible. El aire estaba cargado de olor a explosivo, un olor muy especial, un olor que una vez que lo has notado no se te olvida en la vida. Me fui corriendo hasta la parte trasera del tren, la más alejada de la estación de Atocha".

La gente salía como podía, desorientada, perdida. J. B. M. intentó orientarlos, les dijo que se fueran hacia el muro, que se concentraran allí a esperar ayuda. "La vía estaba salpicada de cadáveres. Al lado de uno, una mujer tiritaba medio desnuda, la ropa hecha jirones. Me acerqué e intenté taparla con sus harapos, llevaba un forro de borreguillo. Cerca, un trabajador rumano se quejaba. Decía que le dolía todo. Le puse debajo una chapa del tren, y un aislante en la cabeza. Le cambié de postura. Me dio las gracias".

J. B. M. también subió a un vagón. "Estaba lleno de cadáveres. Olía a quemado y, sin embargo, no había habido fuego. Todo tenía un color grisáceo".

Algunas víctimas recorren las vías de la estación de Atocha momentos después el atentado, mientras otras yacen en el suelo.
Algunas víctimas recorren las vías de la estación de Atocha momentos después el atentado, mientras otras yacen en el suelo.PABLO TORRES GUERRERO
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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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