Grecia vota por el cambio generacional
El mensaje de regeneración del derechista Costas Karamanlís recibe el apoyo del electorado en un año crucial para el país
Fiel a su estilo y a su promesa de empezar a trabajar sin perder un minuto, Costas Karamanlís, el líder de la derecha griega y gran vencedor en las elecciones, se reunió en la tarde del domingo momentos antes de cantar victoria ante las cámaras, con la jefa de la organización de los Juegos Olímpicos, Gianna Angelopulos, para interesarse por el estado de la obras. Ayer visitó al presidente de la República, que le encargó la formación de gobierno y acto seguido se reunió con los notables de su partido, Nueva Democracia, para pergeñar el nuevo Ejecutivo, que se conocerá hoy. "Trabajador" es la palabra que más se repite cuando se pide una definición del nuevo líder del centroderecha griego, tanto sean quienes respondan simpatizantes o adversarios políticos. Los calificativos que siguen, "adusto, serio, parco, inteligente", tienen otro denominador común: nadie lo considera "brillante".
Costas Karamanlís, el primer jefe de Gobierno de Grecia menor de 50 años -cumplirá 48 este año-, tiene una biografía sin aristas, que contrasta con las peripecias vitales plagadas de exilios, cárceles, escándalos y amantes de los viejos líderes griegos. Nacido en Atenas en 1956, donde actualmente vive con su mujer y sus dos hijos pequeños, estudió Derecho en la capital griega y en la primera mitad de los años ochenta marchó a EE UU. Allí estudió Economía y se doctoró en Historia Diplomática por la Universidad de Tufts, de Boston. Tampoco se le conocen grandes aficiones aparte del fútbol y la lectura, con cierta predilección por la obra de escritores como Tolstói o Hemingway.
Este perfil aparentemente bajo probablemente también haya contribuido a su rotunda victoria en las urnas, la mayor obtenida por Nueva Democracia desde que su tío de idéntico nombre arrasó en 1974, tras la caída de la dictadura de los coroneles, cuando se alzó con el 54% de los votos. El tesón demostrado durante los ocho largos años de oposición, con la mayoría de los medios de comunicación en su contra, le ha valido el voto de confianza de la mayoría de los griegos y que ahora deberá saber administrar. Su triunfo significa el inicio de un relevo generacional en la vida pública griega, dominada durante años por políticos que superaban la edad de jubilación. Se espera que el nuevo Gobierno esté integrado en un 50% al menos por personas menores de 50 años. Su mensaje de cambio y regeneración de la ética política tendrá que plasmarse pronto si no quiere defraudar a miles de griegos hartos de la corruptelas, arrogancia y clientelismo de los políticos del PASOK y de que Grecia sea el farolillo rojo del tren europeo. La agenda viene cargada: los Juegos Olímpicos, dentro de cinco meses, cuyas obras llevan un retraso considerable; las negociaciones para la reunificación de Chipre y la puesta en práctica de una política económica que sea capaz de atraer la inversión extranjera, actualmente la más baja de la Europa de los Veinticinco.
En todos estos temas existe consenso entre los dos grandes partidos, y así lo ratificó el propio Karamanlís la noche del domingo cuando afirmó que "no sobra nadie en la nueva Grecia". La paradoja es que la base de esta nueva actitud versallesca en la política griega y el temario de prioridades los han sentado políticos socialistas como el ex primer ministro Costas Simitis y el derrotado Yorgos Papandreu. El PASOK estaba ayer confundido y disperso, evaluando los resultados -45,5% de los votos y 165 escaños para Nueva Democracia, frente al 40,5% y 117- y tratando de digerir su primera derrota de la historia en el cinturón obrero de Atenas, algo comparable a una derrota de los socialistas españoles en Andalucía. Salir del coma político les llevará tiempo.
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