Convergencia España-UE
Uno de los aspectos más positivos de la economía española en los últimos años ha sido que se ha mantenido creciendo significativamente por encima de la media de la Unión Europea (UE), lo que ha permitido reducir la brecha de renta per cápita que nos separa con dicha zona (gráfico izquierdo). Dirán muchos lectores que esto no es una novedad, sino un fenómeno ya viejo. En efecto, según estimaciones de la Comisión Europea, en 1960 el PIB per cápita, medido en paridades de poder adquisitivo (PPA o PPS), era el 59,3% de la media UE, y en 2003 fue del 85,8%; es decir, en 43 años nos hemos acercado en 26,5 puntos porcentuales (pp), a razón de 0,6 puntos por año.
Ahora bien, este proceso no ha sido lineal. Puede observarse un patrón bien definido, según el cual en las fases cíclicas expansivas se avanzaba a una velocidad de más del doble que la media histórica, mientras que en las fases recesivas se retrocedía casi al mismo ritmo de lo que se avanzaba en las expansivas. El avance total se explica, obviamente, porque, afortunadamente, las fases expansivas son más largas que las recesivas. Entre 1960 y 1975 se avanzó 1,4 pp/año; durante el llamado decenio negro siguiente se retrocedió 1 pp/año; vino luego el ciclo expansivo de la segunda mitad de los ochenta (1985-1991) y se volvió a avanzar 1,25 pp/año; en los tres años de recesión 1992-1994 se retrocedió de nuevo 1 pp/año; finalmente, durante la expansión 1995-2000 volvimos a acercarnos a razón de 0,8 pp/año.
La productividad es el gran reto si no queremos descolgarnos de los países más desarrollados
Los tres últimos años (2001-2003) no pueden calificarse estrictamente como de recesión en España, pero han coincidido con la fase recesiva del ciclo internacional y, desde luego, el ritmo de crecimiento del PIB se ha reducido casi a la mitad respecto a los años anteriores de expansión. Por ello, siguiendo el patrón histórico, hubiera sido normal que el proceso de convergencia se hubiera frenado. Sin embargo, ha proseguido el acercamiento a razón de 1,2 pp/año. De las causas que explican este hecho ya hemos hablado en ocasiones anteriores en esta columna: las más importantes, los efectos expansivos de las políticas monetaria y fiscal, el fenómeno de la inmigración y las reformas estructurales llevadas a cabo en años anteriores. La mayoría de estos factores no suponen un aumento del potencial de crecimiento, por lo que, a medio y largo plazo, de no profundizar en la vía de las reformas, no podrá mantenerse este ritmo de convergencia.
El gráfico derecho nos muestra las tres variables en las que se puede descomponer el proceso de convergencia: la evolución de la población en edad de trabajar, la tasa de ocupación de esa población y la productividad por persona ocupada. Si tomamos como referencia la media UE, la primera variable no ha tenido una especial relevancia y la productividad ha jugado en sentido negativo, al aumentar año tras año menos en España que en la UE. Ha sido el avance de la tasa de ocupación el que explica todo el proceso. Ello significa, entre otras cosas, que la economía española se está haciendo más intensiva en mano de obra, lo que cabe calificar de positivo dadas la baja ocupación y la alta tasa de paro de partida, pero pone de manifiesto sus debilidades: los insuficientes avances en educación y acumulación de capital físico y tecnológico hacen que nuestro trabajo sea poco productivo. Mejorar la productividad es el gran reto para los próximos años, si no queremos quedarnos definitivamente descolgados del pelotón de cabeza de los países más desarrollados.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas).
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