Electoralismos
Cunde el escándalo por el uso ya descaradamente electoralista que Bush está haciendo del 11-S, tragedia que le valió para aventar patrioterismos que justificaran la gran agresión y el gran negocio. Nuestro Aznar tronante atribuye ahora a sus rivales la culpa de que "no se deje en paz a los muertos del Yakolev", cuando son precisamente las familias de esos muertos quienes denuncian ante el juzgado porque les han mentido y no les han respetado el derecho a saber.
Y quién está en campaña: ya sospechábamos, como pronto se confirmó, que el pacto antiterrorista no iba a ser respetado por un gobierno obsesionado por la demonización del contrincante. Pero es que ahora aumenta por horas el encarnizamiento partidista: desde el asunto Carod hasta la detención de los etarras cargados de explosivos, cacareada por Acebes con acompañamiento de trompeterío televisivo. De nuevo las cámaras hicieron el papel de fanfarria, difundiendo a los cuatro vientos el paseíllo ministerial ante los rostros de aquellos guardia civiles que la más elemental de las prudencias aconsejaba mantener en el anonimato. Cuántas veces se ha solicitado a los medios informativos, desde las propias fuerzas de seguridad, que no delatemos innecesariamente a sus agentes, en previsión de posteriores represalias. Los periódicos del día siguiente sí tuvieron la precaución de camuflar las identidades, como en tantas otras ocasiones. Pero su propio jefe político ya había exhibido a estos servidores públicos sin que nadie fuera capaz de evitar la pifia: a partir de ahora cualquier comando enloquecido se ha quedado con su cara y sabe donde viven. (No es que los asesinos necesiten de tantas facilidades para localizar a sus víctimas, pero ello no hace menos irresponsable la exposición de los guardias en el escaparate).
En cambio, Trillo impidió en el acuartelamiento de Rabassa la toma de imágenes durante la imposición de medallas por la "gesta" del islote "dadas las especiales características de las operaciones que llevan a cabo".Francamente, no me imagino el peligro : ¿quizá un bravo legionario siendo devorado por alguna cabra cabreada, llegada en misión vengadora desde el legendario Perejil?
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