La fábrica de Dios
Un viaje a la 'primavera conciliar' perdida y a la 'cripta' del pensamiento conservador
¿Existe Dios? Éste es el título de un libro del polémico teólogo cristiano Hans Küng, uno de los más peligrosos pensadores para los guardianes, como el cardenal Ratzinger, que custodian la ortodoxia en el Vaticano. De repente, Küng se deja ver en territorio que se presume hostil. Está ahí, como planta silvestre, en la esquina de una estantería, en la habitación de un seminarista de Santiago. "Lo encontré de segunda mano", me dice Miguel, futuro ministro del Señor. A esta hora, en la boca de la noche, y en este lugar, el inmenso Seminario Mayor de Santiago, ese ¿Existe Dios?, la pregunta de las preguntas, la gran duda que miles de millones de seres llevan sobre la cabeza a lo largo de la historia de la humanidad, lejos de perturbar o inquietar, parece un tanto que el mismo Dios se apunta. Una prueba decisiva de su existencia. Una libertad divina.
Horas antes, el rector del Seminario, Bartolomé S. Canals, había situado con ardor a la Iglesia en ese campo, el de la libertad. "Ya quisiera yo que los partidos políticos tuvieran la libertad interna y la pluralidad de la Iglesia". Sin embargo, afino el oído por si la aparición de la obra de Küng, siguiendo la ley de la causalidad histórica, produce el desprendimiento de la pared del retrato del arzobispo Vélez, fundador del Seminario, que porta a su vez en las manos un libro escrito para combatir el liberalismo y las Cortes del Cádiz, muy visible el título que lo haría célebre para siempre: El Preservativo. Pero no. El silencio sólo lo rompe el retruque de la bola herida en la mesa del billar. Y luego el avance rítmico de un andar decidido sobre el piso de madera. Pedro Alejandro, en segundo año de estudios eclesiásticos, hijo de inmigrantes colombianos, informa algo intimidado: "¡Llega la profesora de alemán!".
El roce del vacío
San Martín Pinario es, de fábrica, el más grandioso edificio de Galicia. El Seminario, como humanidad, se ha ido encogiendo hasta rozar el vacío. En total alberga a 28 seminaristas, de seis cursos, recogidos ahora en una rama del enorme edificio, en la parte alta, con la mejor luz y buenas vistas. Este año no se ordenará ningún presbítero. Una voz crítica, Andrés Torres Queiruga, teólogo y ex profesor del Seminario, hace un diagnóstico que sitúa a la Iglesia en una hemiplejia social : "En los cuatro seminarios gallegos hay casi más profesores que seminaristas. Y no son capaces de reagruparse. Es un indicio más de la postración de la Iglesia gallega, destartalada por Suquía, y a quien siguió Rouco en la misma estela". Lo que cuenta Queiruga desde la perspectiva de un cristiano de base inasequible al desaliento, recuerda la parábola del veterano comunista de Bertolt Brecht: "Es como un coche con muchas abolladuras, algunas causadas por el enemigo".
Las entradas en el Seminario de Santiago cayeron en picado en la década de los setenta. El rector está harto de contestar a las inevitables preguntas sobre el número de vocaciones y prefiere no entrar en la estadística del supermercado espiritual. "Por el número no desesperamos. No puedo estar pensando constantemente en el número. Más aún. El Seminario continuaría adelante con cincuenta, con cinco o con ningún seminarista". Desmiente el tópico de que los futuros curas son de origen pobre y rural. "En el pasado era así. Ahora la mayoría son de zona urbana y clase media". Le pregunto si no influirá la competencia de organizaciones como el Opus Dei, los Neo-catecomunales, los Legionarios de Cristo, más incisivos en el proselitismo. Al rector no le gustan dos palabras empleadas. "En la Iglesia hay diferentes sensibilidades, pero yo no lo llamaría competencia. Y en cuanto al proselitismo, tengo que decir que aquí no se acoge a cualquiera. La puerta de entrada no es angosta, pero la de salida está totalmente abierta". ¿Y no le parece a usted algo paradójico que la ola conservadora no haya propiciado más vocaciones religiosas? "Lo que es un milagro es que haya vocaciones", responde el rector, y me parece una respuesta convincente. Estudiar para cura significa un esfuerzo ímprobo, incluido latín y griego. Exige renunciar al sexo. Y está mal pagado. "Todas las circunstancias conspiran contra esa elección. Contra una vida dedicada a la espiritualidad, que es lo que mueve a estos jóvenes. La espiritualidad. Tienen que estar en el mundo sin ser de este mundo". ¿Como un extraterrestre? "No. Como un PC de alta compatibilidad." ¿Cuentan chistes sobre curas? "No olvide nunca que los que saben más chistes sobre curas somos los propios curas."
El Altar y el Trono
La única vez que los seminaristas de Santiago protagonizaron una manifestación de tintes violentos fue enarbolando las banderas tradicionalistas y contra la Constitución democrática de 1869. En la pastoral en que comunica al pueblo de Compostela la inauguración del Seminario, en 1829, el arzobispo Rafael de Vélez, el autor de El Preservativo (de la irreligión), expresa la razón de ser del centro: "Conocido es en todo el mundo el plan publicado por los reformadores de nuestros días de apoderarse de la juventud para realizar sus perversos e inicuos proyectos contra todos los Tronos y contra la religión cristiana". Era absolutista y presidió el carlismo gallego. Destacado carlista fue su sustituto, García Cuesta, quien trasladó el seminario desde San Clemente a este gran edificio de San Martín Pinario, medio abandonado después de la desamortización. Al más liberal cardenal Payá le hizo la vida imposible el núcleo reaccionario, enraizado en el Seminario, hasta conseguir su traslado. La retórica fanática del miles Christi (guerrero de Cristo) y del "¡Santiago y cierra España!" es retomada en el Año Santo de 1938, cuando Franco gana el jubileo en plena guerra y entra bajo palio en la catedral. Ante el Apóstol, el arzobispo Muñiz de Pablos pide "luz y acierto eterno para el invicto Caudillo". Y al salir al Obradoiro, ¡esa foto!, el dictador y el arzobispo hacen el saludo fascista a la multitud. Pero Santiago sobrevivió al estado de permanente excepción de la Contrarreforma. Gracias a que volvió el turismo espiritual. Como en los primeros tiempos del Camino, cuando la atracción de la tumba en el finis terrae dio lugar a la primera gran ruta turística de Europa.
La 'primavera seminarista' de Santiago
La mejor época del Seminario coincidió con su crisis. El optimismo aperturista derivado del Concilio Vaticano II sintonizó con la agitación de mayo del 68 en versión seminarista. Había en ese momento en Santiago más de mil aspirantes a sacerdotes y un brillante equipo profesoral. Las paredes de las habitaciones se llenaron con imágenes de un joven revolucionario llamado Jesucristo, acompañado a veces de otro barbudo llamado Che Guevara. Ahora los seminaristas participaban en las protestas contra la dictadura. "Fue un movimiento protagonizado principalmente por los alumnos, un momento de extraordinaria creatividad, de gran inquietud intelectual, de ansias de renovación, que la Iglesia no supo aprovechar", dice Xosé Ramón Barreiro, actual presidente de la Real Academia Galega. Barreiro, catedrático y reconocido historiador, era en aquel tiempo profesor de Derecho Canónico. Según la propuesta de creación de Universidad Pontificia de Santiago enviada a Roma, Barreiro tendría como auxiliar un villalbés con aureola progresista llamado Antonio Rouco. Sí, el mismo que preside ahora la Conferencia Episcopal Española. ¿Se hizo Rouco conservador por el mayo conciliar de Santiago? "No creo. A mi me parece que ya venía asustado de Alemania".
"La costura no aguantó", resume Barreiro. Muchos seminaristas, teólogos, y sacerdotes acabaron arrojando la toalla. El Seminario llegó a ser cerrado una temporada. Dos de los curas renovadores más brillantes de aquella época, Antón Gómez Vilasó y Silva Costoya, son ahora libreros.
Pero volvamos a la insólita primavera conciliar de Santiago de Compostela, que latió entre 1968 y 1971. Bartolomé S. Canals, el rector, la vivió. De los 40 que entraron en su promoción sólo se ordenaron cinco. "Se puso todo en convulsión. Se quería una Iglesia con la idea de asamblea del pueblo de Dios. Hubo ensayos bonitos, pero muy idealistas. Se cayó en extremos. Soy consciente de que hubo grandes sufrimientos. Gente que estaba aquí descubrió que no era su sitio. Ahora la gente sabe más lo que quiere". ¿Han vuelto ustedes al remanso de siempre, al nacional-catolicismo? "La Iglesia que yo viví era una Iglesia muy comprometida con el cambio político. Y estamos orgullosos de esa Iglesia. En otros momentos... Creo que tenemos claro que las dictaduras no son buenas y punto. Pero en la historia no hay situaciones químicamente puras. La Iglesia no es una ONG y el sacerdote no es un activista."
El enlace con la cripta
Se necesita algo realmente importante, una intimidad capaz de atreverse hasta el infinito, para haber llenado este edificio de dos hectáreas y media construidas a partir de una idea. Santiago nació del hallazgo de una tumba y en el Santiago antiguo, como en la red de la sociedad informática, todo parece tener un enlace con la cripta. Incluso la mesa de billar, iluminada por una tulipa que proyecta un silencio verde y expectante, parece conectada con la cripta del apóstol. Mientras hablo con el rector, un hombre de pelo cano, y con traje de mono azul, pide paso en el despacho, comenta algo del arreglo de unas cisternas y entrega una llave. En la pared hay una vitrina con cientos de ellas. El rector me dice que hay lugares a los que nunca entró. Miro la geografía de los tejados y me imagino zonas de sombra y misterio. Monasterio, centro secreto de la Inquisición, cuartel, cárcel, comisaría... En una de mis idas y venidas a San Martín de Pinario, me perdí por el laberinto de corredores y escaleras. El silencio y la desorientación conforman un infierno.
Es cierto que en estos espacios la palabra debe desplegar toda su potencia o desaparecerá como ruina. Se reza, en grupo, mañana, tarde y noche. Los sábados por la tarde, el santo rosario. Uno llega a la conclusión de que la oración tiene una relación directa con el mantenimiento del edificio. Pregunto a un grupo de seminaristas qué hicieron, cómo reaccionaron, cuando lo del Prestige y la consiguiente marea negra en el mar de Galicia. "Rezamos. Hicimos una vigilia de oración colectiva". ¿Y qué hicieron cuando se invocó a Dios para la guerra de Irak? "Rezamos mucho, todos juntos, en la capilla". Lo que más les gusta a estos muchachos es rezar. Acabo asumiéndolo como algo no sorprendente, pero sí digno de ser noticia. Otra cosa. Los viernes hay sesión de cine. El género preferido, me dice el rector, es el de terror gótico.
Monólogo del rector sobre el celibato y las mujeres
"Los jóvenes seminaristas participan de las características de la juventud del momento. Son relativistas. Quizás les falta fuste. Pero eso sí, tienen una gran sensibilidad religiosa. Contrastada contra viento y marea. Y de eso se trata. A partir de ahí, tratamos de formar intelectuales completos y personas equilibradas. No monstruos. Monje, fontanero, payaso, y a la vez persona seria". ¿Cocinero? "Bueno, mire, el sacerdote no puede ser una Susanita, me refiero al personaje de Mafalda. Lo que quiero decir es que formamos personas para pensar y prestar un servicio religioso y hay que buscar la forma de que no tengan que encargarse de las tareas domésticas". ¿El celibato un absurdo? "Usted se asombraría de la libertad con que se habla del celibato aquí en el Seminario. Para nosotros es un gran signo profético. No es asexuado. Es una forma distinta de vivir la sexualidad. ¿Por qué no hay mujeres en el Seminario formándose como sacerdotes? "No es que no me lo imagine, es que no puedo imaginarlo. Hoy por hoy, es imposible contemplar esa posibilidad. Afectaría a la esencia misma de la Iglesia. No, no hay zonas de silencio. Claro que se comentan los casos de pederastia y abusos cometidos dentro de la Iglesia. No se pasa de puntillas. Yo veo que los chavales sufren mucho esas noticias. No se puede tapar algo que es un delito. Las actitudes apologéticas o defensivas en exceso no son positivas. Sí, claro que hay una atención y formación psicológica. ¿Que si estudian a Freud? ¡Hombre claro!".
El hijo del carpintero
Se llama Miguel López. Tiene 24 años. Estudia sexto y está presto a ordenarse. Nació en Culleredo, en la comarca coruñesa. Fue al final del bachillerato, en unos ejercicios espirituales, cuando "notó indicios, una especie de llamada". En el verano, ayudando a su padre en el taller de carpintero, se reafirmó la idea de hacerse cura. Su intención inicial era ir a Salamanca a estudiar periodismo. Son cinco hermanos y el mayor estudia Telecomunicaciones en Vigo. La pequeña, Ana, de nueve años, es una seguidora entusiasta de Miguel. Si ella le preguntase sobre la existencia de los ángeles, Miguel le diría: "Los ángeles existen, claro que sí. Son seres incorpóreos. Es la compañía que te pone Dios a tu lado". ¿Y el ángel de la guarda? "Sí, claro. Es el que te avisa de los huecos de ascensor, de los peligros que se presentan en la vida".
A pesar de la transparencia, uno puede imaginar que el ángel que acompaña a Miguel es un tipo curtido. Está preparado para sobrevivir en uno de los hábitat más complicados para un sacerdote: los corredores de la fábrica de Dios. Los fines de semana va de prácticas. Conoce los ambientes de marginación y pobreza. Todos los fines de semana los seminaristas van al hospital, al asilo o al Cotolengo, un lugar de asistencia a personas muy pobres e incapacitadas, la mayoría mujeres. Miguel cuenta que no todo el mundo lo recibe con simpatía. "Cuando alguien se burla es por el tema de siempre, por el celibato".
Firmes en la ortodoxia religiosa, respecto del gobierno terrenal los jóvenes seminaristas de Santiago parecen adiestrados en la llamada "diplomacia del por si acaso". Por ejemplo, la tesis de Miguel: "Conservadurismo y progresismo son términos superados. ¿Qué es hoy el progresismo? Hay progresistas que proponen cosas propias del pasado, e ideas que dicen anacrónicas pero que es justo defender. La Iglesia es maestra de humanidad. Independientemente del Estado, del mayor o menor bienestar, la Iglesia siempre será necesaria". ¿Iglesia y poder? ¿El nacional-catolicismo? "Mira, yo nací en la democracia. Los relatos históricos me interesan, pero eso, como historia". A su lado, Diego: "El cura de mi parroquia escondió a un rojo en el palomar." Y Miguel añade: "El otro día nos emocionamos con la historia que nos contaron de un exilado que al volver lo primero que hizo fue visitar y abrazar a un sacerdote que lo había salvado de una muerte segura".
A igual que sus mayores, por lo que no pasan estos seminaristas es por el sacerdocio femenino. ¿Por qué esa negativa en banda? ¿Y si Dios fuese mujer? "Cristo designó a todos los hombres como discípulos", insiste Miguel. ¿No te parece injusta la situación? "Pero la Iglesia no se puede regir por criterios demográficos o democráticos. No creo que las mujeres se ofendan por el hecho de que no puedan ser sacerdotes. El ejemplo de las monjas es conmovedor. ¡Tenías que verlas cómo cuidan a quien nadie quiere!".
El hijo del empresario
Diego Fernández Soliño, 25 años, natural de la localidad marinera de Cangas de Morrazo, en la ría de Vigo, ingresó en el Seminario Mayor al año siguiente de terminar la carrera de Derecho. ¿Qué pasó? Estando en la universidad, comenzó a ir a misa todos los días. Y a comulgar. Se sentía bien. Lo cuenta con placidez, sonriente, con una calma zen. El estilo de Diego es el de una docta ignorancia. Dice que no le gustan demasiado los libros, ni las discusiones escolásticas. Que lo que le gusta es rezar. Su texto preferido es el de la parábola del Hijo pródigo. El padre, el de Diego, tiene una empresa de "camiones, grúas y excavadoras". No recibió precisamente con entusiasmo la noticia de que su hijo había elegido el camino de la espiritualidad, siendo ya licenciado y con un prometedor futuro sobre la tierra, nunca mejor dicho.
A Diego, tras sus visitas al asilo o a otros centros sociales, le impresiona la soledad y sufrimiento en que vive mucha gente. A él le gustaría estar en uno de esos lugares de capellán. ¿De qué hablarías en tu primer sermón? "De la familia cristiana. De la necesidad de restablecer la unidad familiar, la relación entre padres e hijos". ¿Qué es para tí la familia cristiana? ¿Podría formar una familia cristiana una pareja de homosexuales o una pareja de hecho? "Para mi pueden convivir, pero eso no es una familia. Una familia cristiana es la que tiene marido y mujer, padre y madre"
La calefacción
Barreiro, el profesor de Derecho Canónico que iba para cardenal, es ahora un hombre casado. "Yo leía mucho cuando estuve allí de estudiante. Era una época de mucho control, de lecturas prohibidas. Tenía a Balzac metido debajo de la cama. Y a Ortega y a Unamuno. Pero más que el control, lo que sufría era el frío. La humedad. Tenías que leer con el abrigo puesto, con bufanda, con varios pares de calcetines". El mayo seminarista fracasó. Pero llegó otra revolución. La de la calefacción. Eso sí que ha cambiado al país y al Seminario.
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