Cambio condones por alcohol
Un programa experimental intenta reducir el 'botellón' en Sevilla cada fin de semana
- "¿Eso que bebes es whisky?"
- "Sí".
- "¿Y droga?" "Con esa carita que tienes, no me digas que no te has metido algo. ¿coca?"
- "Sí."
- "Conocerás alguna otra droga".
- "Sí".
- "¿Cuál?"
- "Otra".
El interrogado es un joven con la vista perdida y la voluntad prisionera, efecto de la mezcla de alcohol y droga. El interrogador es Miguel Ángel Escobar, psicólogo de 32 años, melena oscura con tirabuzones, experto en tratamiento de drogodependencias después de trabajar varios años en el barrio de Torreblanca y en el proyecto Hombre. Aquélla fue una forma de hacerse un "master barato". Miguel Ángel sospecha que esa otra droga que ha probado el anónimo joven con el que está charlando es heroína. "No se atreve a decírmelo porque a dos metros están sus amigos observando". Miguel Ángel le invita para una próxima vez.
Los condones son un utensilio muy útil para establecer trueques y conversación
Hay una economía del botellón: beber barato en la calle para entrar cargados a la discoteca
- "Cuando quieras charlamos. Búscame otro día".
Será fácil encontrarle. Todos los jueves, viernes y sábado, entre las 11 y las cuatro de la madrugada, Miguel Ángel y sus dos compañeros, Ester (pedagoga, 26 años) y Manolo (monitor deportivo, 23) se mueven entre la movida sevillana. Aparcan sin complejos una camioneta de colores en medio de la gente. Es el Bus de la Salud. Y esperan.
Esperan que alguien se acerque. Hablarán con una media de 45 jóvenes por noche. "Somos un punto de información sobre drogas y alcohol". "¿Tienes alguna duda sobre ciertas drogas?". "¿Tú que droga tomas?" "¿Tomas coca?" "¿hachís?" "¿pastillas?". Miguel Ángel pregunta con una sonrisa en los labios, con naturalidad, lejos de cualquier ánimo de intimidar. No es un predicador. El secreto de su trabajo es resultar próximo a la gente joven.
Miguel Ángel acaba de terminar un debate con tres chicas que le querían convencer de que el hachís es bueno contra el cáncer y tiene propiedades como analgésico. Miguel Ángel ha rebatido punto por punto tales informaciones. Es consciente de que hay muchos mitos erróneos relacionados con drogas y alcohol que siguen subsistiendo. Todo ello por falta de información. "No trato de convencerles de que no utilicen drogas porque no lo voy a conseguir. Sólo trato de informarles de sus efectos y de los peligros de ciertas mezclas. Eso les puede hacer, al menos, reflexionar".
El armamento de este pequeño grupo que lleva a cabo una experiencia nueva en España es la palabra. Es una modesta aportación al lado de las campañas televisivas y millonarias de dudosa eficacia. "Además, este programa nos está permitiendo investigar la movida. En una segunda fase iremos obteniendo información muy valiosa porque actuaremos desde dentro", dice Salvador Del Moral, el responsable del programa, encuadrado dentro de una campaña municipal denominada "Sevilla es convivencia".
La furgoneta se desplaza de un sitio a otro. De la plaza de Blanco White a la de Via Pol. De ahí irán al centro. Siempre buscando el foco donde se agolpe una multitud que viste a la moda de la medianoche con su complemento de bolsas blancas llenas de botellas de alcohol, bebidas refrescantes, vasos de plástico y bolsas de hielo. Jóvenes dispuestos a beber, a emborracharse rápido. Hay una economía del botellón: beber barato en la calle para entrar cargados a la discoteca.
Aparcan. Abren las puertas traseras donde la vista se dirige a una garrafa blanca que contiene una pequeña dosis de líquido oscuro y maloliente. Y esperan.
Se acercan unos jóvenes. Ya han oído hablar de esto.
- "¿Es verdad que ofrecéis condones?"
- "Sí" -contesta Ester-, "pero para eso tenemos que hacer un trato. Tú llenas de alcohol este vaso hasta donde señala la línea y yo te regalo dos preservativos".
- "¿Y eso por qué?".
- "¿No sabes que el alcohol no es bueno para hacer el amor?". "¿Crees que vas a hacerlo mejor si bebes más?".
Si el joven entra en la conversación, Ester le dará información sobre sexo y alcohol. Lo hará sonriendo, como quien está charlando en medio de la movida.
- "Pero eso es mucho".
- "Es el equivalente a una dosis de una bebida. Así logro que tú hoy bebas algo menos. A cambio te doy dos preservativos".
El chaval toma una botella de ginebra y vierte una dosis de líquido.
Minutos después se acerca otro joven. Va bien cargado. Lleva en su mano una chinita de hachís. - "¿Y si tiro esto me das dos preservativos?". -"Sí", afirma Ester. Lo tira. "¿Te sientes mejor ahora?", pregunta ella.
- "Me da igual", contesta él. Recuerda Miguel Ángel que unos días atrás apareció un joven con varias pastillas de droga en la mano. Negociaron el trueque. "Si las tiras, te doy los preservativos". Los amigos le pedían que no lo hiciera. Ester y su sonrisa ejercieron la persuasión. A final echó las pastillas en la garrafa.
A Miguel Ángel no le molesta que a su grupo les llamen ya popularmente como "los condoneros". Es una forma de ser aceptados en la movida. Y los condones son un utensilio muy útil para establecer trueques y, sobre todo, conversación. No siempre el truque es efectivo. Unos rapados se acercan a depositar un líquido de una botella. Manolo se da cuenta por el olor de que es orina. Los rapados echan a reir y se marchan jubilosos.
Comenzaron en octubre. Su trabajo es una carrera de fondo: ellos solos frente a miles de jóvenes dispuestos a que corra el alcohol y la droga. Su entusiasmo es contagioso: aceptan cada conversación como un punto de partida. Pocas veces se le ha concedido tanto valor a la palabra.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.