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Columna
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Perspectiva

Miquel Alberola

No es necesario ser el profeta Elías, ni haber vivido en una cueva vestido con una piel de camello como él, para entrever que en unos 10 o 15 años la realidad de la Comunidad Valenciana habrá cambiado sustancialmente. Por una parte, los sectores industriales tradicionales, la producción de bienes de consumo, que hasta ahora han sustanciado la personalidad económica valenciana, están a las puertas de acometer una profunda transformación forzados por la presión del mercado. China y otros países con mano de obra barata se están zampando el calzado: hasta septiembre de 2003 se habían exportado 6.500.000 pares menos; la exportación de calzado de señora se ha retraído un 8,30%, la de calzado de caballero un 10,70% y la de calzado de niño un 0,13%. El textil vive una situación de incertidumbre que ha desembocado en que 23 empresas presentaran expedientes de extinción o suspensión temporal de empleo en 2003. Y si se trata del rutilante sector cerámico, que ya debiera considerarse tradicional, sólo hay que proyectarle la tenue sombra del protocolo de Kioto para que sus empresarios contrapongan la necesidad vital de deslocalizar la producción. Aunque en realidad, el motivo de su crisis no viene de Japón sino, cómo no, también de China, que en muy pocos años de dedicación cerámica ya produce el doble de metros cuadrados que España e Italia juntas. Por no hablar de los riesgos de tamaño que entraña el carácter minifundista de las 250 empresas que configuran nuestro cluster cerámico. A esta incertidumbre industrial habría que añadir que en esa perspectiva de años van a desaparecer todos los trabajadores tradicionales de la agricultura sin que se haya producido, ni siquiera propiciado la revolución que necesitaba el campo para ser competitivo ni su mentalización empresarial. De momento, sólo contadísimos empresarios han dado pasos en ese sentido, mientras que las cooperativas, que no han liderado ese proceso, se fosilizan. Más allá de eso sólo existe el motor turístico de Benidorm y un territorio litoral en proceso de consumición residencial para sustentar al sector de la construcción y retroalimentar el consumo. Hay que suponer que alguien está pensando en ese escenario.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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