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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El corazón es tan poquita cosa

John Donne, ocho años más joven que Shakespeare, buscó el triunfo a toda costa. Para librarse del lastre del catolicismo, realizó tres escandalosos cambios en su vida: se convirtió al anglicanismo, se casó y se hizo clérigo. Tanta mudanza se contradice llamativamente con el lema moral de su juventud: "Antes muerto que mudado". Hizo gala de él así, en español, tomándolo de la Diana de Montemayor. En torno a la paradoja organizó también su escritura, tanto que llegó a pedir: "De lucir nuestro ingenio, Señor, sálvanos".

Donne fue llamado "metafísico" más por ilegible que por trascendente. Por eso el mejor elogio que puede hacerse a esta edición de Carlos Pujol es que lo vuelve deliciosamente legible. La introducción, muy buena y muy breve, sitúa en el panorama europeo estos versos "los más bellos e insensatos de toda la poesía inglesa". Aplaza para el epílogo una amena biografía, veinte páginas con un título digno de una novela: Una vida barroca, algo así como la vida exagerada de John Donne. Pujol subraya sus relaciones con la España de entonces, incluido el catolicismo, el asedio a Cádiz y su simultaneidad con El Quijote, cuya traducción al inglés pudo conocer... Se asemeja Donne a Góngora en el lenguaje difícil, que lo desprestigió durante siglos, pero lo revalorizó en el XX, pues Eliot apreció a Donne como los del 27 a Góngora. Con Quevedo comparte la coexistencia de lo vil y lo sublime, sobre todo el amor constante más allá de la muerte ("Dos tumbas guardarán nuestros dos cuerpos, / porque si una bastara ni la muerte / fuese separación"). Los monarcas están en el horizonte común de los grandes poetas del XVII, y acaban convertidos en metáforas amorosas: "así nosotros / al igual que los príncipes, pues príncipes / el uno para el otro somos ya".

CIEN POEMAS

John Donne

Traducción de Carlos Pujol

Pre-Textos. Valencia, 2003

389 páginas. 20,22 euros

En estos cien poemas cabe todo Donne: canciones y sonetos, elegías, epigramas y poesía religiosa. La variedad de temas y de métrica se refleja con naturalidad en la traducción, igual en los versos breves ("Crece, pues, primavera / fiel a tus cinco pétalos") que en los largos ("no hablaré del invierno para no contrariarte"), entre los que cuento muchos endecasílabos inolvidables "temblará tu candela moribunda /

... pobre álamo temblón desamparado". Sin rima, salvo en los epigramas, donde el humor manda: "Tan de veras juró no volver a pisar / un burdel que no puede regresar a su hogar".

El amor -infinito, deidad- anima el libro entero. Lo cual no impide que también haya dieta de amor, trueque, incremento y usura del amor. Sin embargo, es la muerte la que da sentido a una metafísica muy similar a la actual física teórica: "ella ha muerto, y retorna lo que muere / a ser sus elementos primordiales. / Nosotros fuimos elementos mutuos / hechos los dos con lo que fue del otro".

En ese marco noble hay que inscribir otros motivos, no todos tan nobles. Su misoginia entra en la estética macabra: "pues las tumbas, igual que las mujeres / siempre ofrecen su lecho a más de uno". El descaro erótico, que hizo que la censura prohibiera estos versos: "Te doy ejemplo, ya me he desnudado; / de qué te va a servir el que te cubras / con algo más que un hombre como yo?". Irreverente, pregunta: "Dime, Cristo, quién es tu clarísima esposa". Respuesta, llena de ambiguas burlas: la verdadera iglesia, la "que es más fiel y te da más contento si se abre / para ser abrazada por miríadas de hombres". El traductor está atento a todo, también a la delicadeza de Donne: The Broken Heart (El corazón roto). Título de canción, sí. Barroca o popular, que tampoco son cosas tan distintas. Y de ese modo la ha sentido Pujol, dejándola a punto para que la cante El Cigala: "El corazón es tan poquita cosa / cuando cae en las manos del amor" ("Ah, what a trife is a heart / If once into Love's hands it come").

Varias son las pruebas de una traducción lograda. La más literaria consiste en imaginar al poeta leyendo la traducción. Más allá de la satisfacción que Donne sentiría ante ésta, hay que celebrar la victoria que ambos, poeta y traductor, consiguen sobre algunos accidentes que distancian a los seres humanos, como los siglos y los idiomas.

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