Que no pare la música
La asistencia a esta explosión de romanticismo musical es un buen motivo para acompañar la llamada jornada de reflexión y, especialmente, para combatir la fatiga después del largo periplo electoral. Que no pare la música, que nadie duerma.
Las cinco salas o espacios a utilizar, todas ellas en el recinto del Palacio Euskalduna, se han rebautizado para la ocasión con los nombres de Hölderlin, Novalis, Hoffmann, Heine y Tieck, esta última exclusivamente para orquestas de centros de enseñanza de Santander, Burgos, Getxo, Vitoria, Gijón, Bilbao o La Rioja. La alusión a poetas o personas emblemáticas del mundo literario es una excusa para ir preparando el ambiente. El carácter de fiesta, de estilo desenfadado, se impone en cualquier caso por encima de otro tipo de consideraciones. El formato de la mayoría de los conciertos no supera los 50 minutos o una hora de duración. En las grandes obras se respeta, sin embargo, el tiempo que haga falta. Los precios de las localidades son populares: entre 4 y 7 euros. La atmósfera es, qué duda cabe, espontánea. Todo invita a vivir la música con otro espíritu diferente al habitual. Para muchos una cita de estas características es una ceremonia lúdica de iniciación, la gran oportunidad de un acercamiento deseado a un mundo que hasta ahora resultaba lejano.
Es la tercera vez que la villa del Nervión participa en este tipo de manifestación. El año pasado la convocatoria rodó en torno al barroco italiano y hace dos tuvo a Mozart y Haydn como protagonistas. La generación romántica de comienzos del XIX favorece este año la presencia de numerosos pianistas. Monográficos al teclado de Chopin con Josep Colom, de Schumann con Brigitte Engerer o de Liszt con Nicholas Angelich se alternan con grandes obras sinfónico-corales como Paulus, de Mendelssohn, en versión de la Akademie für Alte Musik de Berlín y el coro de cámara de la RIAS, con cuartetos de cuerda de Mendelssohn a cargo del Psophos, o con lieder de Schumann y Liszt desentrañados por el contratenor Carlos Mena y su acompañante Susana García de Salazar. No faltan, desde luego, la Sinfónica de Bilbao o la Sociedad Coral de la villa anfitriona. Hay que tener a mano en todo instante el desplegable con el programa y las horas de comienzo y lugar de cada espectáculo para perderse lo menos posible, y también para experimentar sin ningún tipo de cortapisas el incomparable placer de elegir.
Únicamente un artista se ha saltado el guión temático del romanticismo y va a tocar lo que le viene en gana. Es Jordi Savall, que se dedica a lo de origen español, con el bilbaíno Arriaga en primer plano, pero, en fin, Jordi es Jordi y tiene bula. La historia de las locas jornadas comenzó en Nantes hace una década. En su última edición organizaron 235 conciertos con más de 120.000 localidades vendidas y un ambiente de euforia asombroso. Lisboa y Bilbao se incorporaron posteriormente al proyecto, en una escala de momento más moderada, y el año próximo lo hará Tokio. De un lugar a otro cambia la dimensión según el grado de consolidación, pero se mantiene en todos ese aire informal y alegre de vivir la música, como si cada concierto fuese siempre el primero o el único.
La clave de la fascinación
de este modelo de eventos radica más en la sociología de la música que en el propio arte de los sonidos. Importan más la alegría del descubrimiento, la naturalidad, que la mismísima ejecución. De ahí su atractivo. Es una cita ideal en el terreno de la cultura de la excepcionalidad, sin necesidad de acontecimientos indispensables que se apoderen de toda la atención, con la garantía de que cualquier momento es idóneo para disfrutar libremente de la música y sus circunstancias. Bilbao se enriquece con todos estos factores tan aparentemente sencillos como complicados de coordinar. Y quien sale beneficiado de ello es, claro, el público.
Luego está el tono de "supermercado musical" que se infunde al recinto festivo, con sus tenderetes de libros, discos o revistas especializadas. La jornada es larga y los encuentros prosperan. Bilbao está todavía en un periodo de rodaje, respecto a convocatorias más avezadas, pero todo se andará. De momento bulle la fiesta y no para la música. Eso, que no pare por nada.
Musika-Música. Información: 946 79 04 88 y 902 54 05 39. Venta de entradas: 944 31 03 10, www.euskalduna.net, cajeros BBK y taquillas Palacio Euskalduna.
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