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Entrevista:MARIA GULEGHINA | Soprano

"La ópera exige al cantante jugárselo todo en una función"

Hay voces que llegan a los teatros acompañadas por los clarines publicitarios de la industria del disco. No es el caso de la soprano ucrania Maria Guleghina, que lleva casi dos décadas triunfando en los mejores teatros del mundo con sus propias armas: una voz poderosa y un temperamento dramático. Siente devoción por la ópera italiana y en especial por Verdi. Con Macbeth vivió una noche gloriosa en el Liceo de Barcelona, en 2001, bajo la batuta de Riccardo Muti, y con esta misma ópera regresa al coliseo barcelonés, en un montaje que se estrena el 18 de marzo. "La ópera tiene unos códigos, un ritual, como los toros, que exige al cantante jugárselo todo en una función, y creo que es bueno conservarlos", comenta.

Dos grandes barítonos españoles, Juan Pons y Carlos Álvarez, se alternarán en el papel de Macbeth en el montaje que marca el bautismo escénico de Guleghina en el Liceo, una coproducción del Covent Garden de Londres y la Ópera de París, dirigida musicalmente por Bruno Campanella y escénicamente por Phyllida Lloyd. "Es un montaje simbólico que muestra los sentimientos de los personajes de forma muy reveladora. No me importa que un montaje sea clásico o moderno si está hecho con inteligencia y respeto. Lo que no acepto son las extravagancias y los caprichos de los directores de escena que desvirtúan lo que debe expresar el personaje".

Guleghina vive entregada a la ópera italiana. Tiene nada menos que 18 personajes verdianos en su repertorio, a los que añade dos títulos de Puccini por los que siente predilección, Tosca y Manon Lescaut. "Cada cantante debe buscar su propio camino y tratar de no imitar a nadie. Yo escogí la ópera italiana y llevo 18 años cantando los grandes papeles verdianos. No canto ópera alemana y apenas ópera rusa, porque no quiero alternar repertorios tan distintos. Y creo que mi elección ha sido acertada".

Tiene una voz de las que arrasan y está acostumbrada a lidiar en escena con personajes dramáticos de tesitura inclemente. "Es curioso, a veces algunos críticos dicen que mi voz es demasiado grande y casi parece que sea algo malo. El problema es que cada vez hay más voces pequeñas, más uniformidad, un nivel más previsible; por eso, el público actual es menos mitómano".

Guleghina reconoce que prescindir de los agudos no escritos por Verdi, pero esperados con fruición por el público, no siempre es fácil. "Cuando actúo con directores que no son Muti, doy esos agudos, y no lo saben", dice entre risas. "Lo importante es mostrar tu propia personalidad sin traicionar los deseos del compositor", asegura, al tiempo que lamenta la escasez de batutas que conocen a fondo las voces. "Hay directores que conciben la ópera con mentalidad sinfónica y con ellos la ópera pierde su esencia. Cada vez hay menos maestros que aman y conocen en profundidad las voces".

Ha compartido escenario con los mejores tenores del mundo y, a la hora de escoger un tenor, no duda. "Me encanta la voz de Luciano Pavarotti, pero, como artista completo, adoro a Plácido Domingo. Cuando te dirige, sientes su ayuda, sabe arroparte porque conoce en carne propia los sufrimientos y las necesidades del cantante".

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