Humor y pasión en los tangos de Cecilia Rossetto
La artista argentina presenta su espectáculo hoy en el Nuevo Teatro Alcalá de Madrid
La volcánica Cecilia Rossetto, cantante y showman argentina, tenía una deuda con Madrid. Dicen que sus shows, en los que canta tangos y establece un diálogo "interactivo" con el público, son puro humor y pasión. Lo quiere demostrar desde hoy en el Nuevo Teatro Alcalá de la capital, una plaza que se le resistía pese a triunfar en Barcelona desde 1991 y ser agitadora de masas en Suramérica y Europa desde hace dos décadas.
"Me siento en medio de un viaje que me ha salido un poco más largo"
A la artista no le gusta contar de su espectáculo Cecilia Rossetto en Madrid, "soy muy mala vendedora", argumenta. "Que venga la gente y juzgue". Habla muy despacio, con pasión, pensando cada palabra y cambiando de voces a cada rato. Las cosas le tienen que "pasar por las venas para expresarlas" y nada mejor que cantando. Así que en un momento de la entrevista, se pone sobre su maillot y sus medias de rejilla un poncho de alpaca, se sube al escenario y canta el melancólico tango porteño A un semejante, de Eladia Blázquez. "Mira qué reportaje más loco", concluye satisfecha.
Estas navidades actuó dos días en La Casa Encendida de Madrid y diferencia los públicos: "Los madrileños son más parecidos a los porteños en cuanto a la expresividad y la desinhibición para decir todo. Por ejemplo, aquí en Madrid el segundo día vino una señora con estampitas y colgantes. Eso es muy suramericano". Piensa que en Barcelona "tardan un poco más en expresar", pero se siente "muy protegida por ellos".
La sala María Guerrero del Nuevo Teatro Alcalá es pequeña, 250 localidades, y se siente extraña: "Estoy acostumbrada a teatros más grandes y en este chiquito me siento juvenil, alternativa". Al piano le acompaña el argentino Freddy Vaccarezza. Desde que se conocieron en París trabajando en Mortadela, premio Molière al mejor espectáculo musical, no se han separado.
"Buenos Aires es una ciudad maravillosa. Me hace mucha falta. Es como una novia. Como se dice: ' Yo me alimentaría rumiando tangos", cuenta con lágrimas en los ojos de recordar a la ciudad a la que llegó a los tres años desde su pueblo en la Pampa, el Nueve de Julio. La crisis argentina terminó con sus ahorros y, como "cabeza de hogar", dice ella, se vio obligada a emigrar. Suramérica no vivía su mejor momento y Calixto Bieito le ofreció actuar en Ópera de cuatro cuartos. Con el espectáculo, que abrió el Grec de Barcelona, han triunfado en París y Estrasburgo. "Muchos amigos catalanes fueron infinitamente generosos en un momento en que no veía la salida", continúa Rossetto (lápiz de labios en italiano).
Chapurrea catalán y vive en El Raval, un barrio de mayoría inmigrante, junto al restaurante Casa Leopoldo, donde se reúnen muchos intelectuales. "Allí, comiendo, conocí a Manolo", explica refiriéndose a Vázquez Montalbán. "En mi barrio en Barcelona hay tres locutorios por calle. Es como mi casa. Paso horas allí. Llamo a mi familia, a mi psicoanalista... Allí todos compartimos los mismos sentimientos, la añoranza", sigue la artista, madre de una hija y casada en dos ocasiones. Su primer marido, actor, desapareció durante la dictadura, y del segundo, Óscar Valducci, son los poemas que recita.
"Yo me siento en medio de un viaje como los que he hecho toda mi vida, que me ha salido un poco más largo", cuenta sin querer plantearse el quedarse en España. "Una vez me encontré con Jaume Sisa en el aeropuerto de Buenos Aires. No conocía la ciudad y le llevé al centro", relata. "Hacía un frío terrible y venía con ropa de verano. Entonces yo le digo: '¿Pero por qué viniste?'. Me dijo: 'Vine a llorar. A encontrar la Barcelona de mi infancia. Sabina me dijo que tenía que venir". Ella le entiende.
Vuelve a levantarse e imita a Manuela Vargas, que en 1978 le enseñó a mover la bata de cola y le obligó a hacerse una en amarillo pese a la superstición. " En 1981 me hizo una coreografía Antonio Gades. Era una tragedia cómica de un gringo que se enamoraba de una flamenca". Al cante, un jovencísimo y anónimo José Mercé, "rubito y guapo, que se quedaba con todas las muchachas". "Tirados en el piso de mi casa, en plena dictadura a las siete de la mañana, Joselito Mercé y el Gómez de Jerez empezaron a cantar Comandante Che Guevara", cuenta llevándose las manos a la cabeza. "Y yo, aterrada, les dije: ¡Chicos, cerrar las ventanas, que nos matan a todos!", chilla como si aún sintiese pánico.
Babelia
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