Como un pulpo en un garaje
El PSOE se mueve en la cosa de la globalización como un pulpo en un garaje. Hace tan sólo unos años no había manifestación antisistema a la que no se apuntaran. Cuando han comprendido que la globalización es casi tan inexorable como la ley de la gravedad, han intentado adaptarse. Con poco éxito. Como ya se sabe, en la era de la globalización los grandes grupos multinacionales deciden ad libitum dónde situar sus empresas. Por eso se dice que si en tiempos pasados se temía ser invadidos por los extranjeros, hoy el peligro está en que lo invasores, -es decir, los inversores- pasen de largo como magistralmente contaba Luis García Berlanga en Bienvenido Mr. Marshall.
Así las cosas, cuando el clima es malo las empresas huyen, como ha pasado en Cataluña en cuanto los socialistas han llegado al Palau de la plaza de Sant Jaume. Cuando el clima es bueno, amplían el negocio, como ha ocurrido en la Ford en Almussafes.
Por eso, en Bruselas todo el mundo se hace cruces cuando escucha que Rodríguez Zapatero quiere gravar las plusvalías mucho más que los demás países de Europa. Cuando se enteran que está dispuesto a acabar con la energía nuclear a riesgo de provocar un gigantesco apagón. Cuando leen que son partidarios del "equilibrio presupuestario sin dogmatismos", lo que en román paladino quiere decir volver a los días de vino y rosas de González y arramplar con el ahorro de la Nación, secando las fuentes que riegan la inversión. En otras palabras, temen que los zapateristas agosten la buena cosecha de estos años y nos devuelvan a unos tiempos que creíamos olvidados.
J. M. García-Margallo es eurodiputado del PP
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