A mí también
El señor Mariano Rajoy me ha escrito una carta. La acabo de recibir en Buenos Aires, ciudad en la que vivo. Me dice : "Estimado Salvador (ése es mi nombre): quiero agradecerle la oportunidad de dirigirme a usted, con el reconocimiento al sacrificio y esfuerzo que, como tantos españoles, tuvo que hacer al salir de España. Todos los españoles somos conscientes de la deuda que tenemos con los que tuvieron que tomar la difícil decisión de abandonar nuestro país para labrarse un futuro lejos de nuestra tierra (...)". Sigue una página en la que el señor Rajoy termina pidiéndome mi "confianza" (voto) y mandándome "un fuerte abrazo".
El señor Rajoy no sospecha que "mi decisión de abandonar España no fue difícil". Si aquel 3 de febrero de 1939, niño aún, entre la nieve, no hubiera pasado a pie los Pirineos, con las tropas de Franco pisándonos los talones, a mi padre lo hubieran metido en la cárcel, simplemente por ser republicano y no sé qué hubiera sido de mi existencia. Mi familia no vino a la Argentina a hacer las Américas. Vino a sobrevivir, en libertad. A mí, Franco y los suyos, me "robaron" una vida, no sé si peor o mejor, pero me la robaron. Yo hubiera sido otro y eso no hay promesa electoral que me lo cambie o desmienta. Perdí familia, amigos, raíces, paisaje,costumbres, todo...
Habrá algunos que se preguntarán: ¿y qué tiene que ver el señor Rajoy con Franco? He recorrido España no hace mucho y sigo viendo en las calles los nombres de Franco, Mola, etcétera, incluido la "Legión Cóndor" (en León), los alemanes que arrasaron Gernika. El "espíritu" de lo que constituyó el franquismo tiene sus continuadores, vergonzantes y modernizados, porque Europa no es la misma, y los vecinos Hitler y Mussolini han muerto. Le propongo al señor Rajoy un nuevo pacto de Fausto. (Él puede consultarle a su compañero Manuel Fraga, ministro sobreviviente del franquismo y experto en meigas). Si me devuelve los 64 años de vida que Franco me robó, obligándome a salir de España e inventarme otra vida, a lo mejor lo voto. Pero tengo que verme otra vez niño, jugando por los jardines del Retiro, en mi querido Madrid. Y los niños no votan.
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