Ilusionismo contra la desmotivación escolar
Un curso oficial organizado por la Universidad de Valladolid enseña a usar la magia en las aulas y en diversas profesiones
Lo primero que hace el profesor es repartir entre los alumnos paquetes nuevos de barajas española y de póquer y pedir que observen con atención si están puestos los precintos que garantizan que todavía no han sido estrenadas. Luego, Fernando Arribas, el monitor, les enseña a adivinar qué carta es la primera en uno de los dos montones en los que un voluntario ha dividido el mazo. Lo hace una y otra vez sin que ninguno de los alumnos sea capaz de averiguar cómo saber de qué carta se trata.
Si la escena se desarrollara en la cafetería de cualquier facultad nadie se sorprendería, pero tiene lugar en un aula con pupitres y encerado de Valladolid. Allí están desde un catedrático de Ciencias de la Salud a un abogado, una policía, un ingeniero o un economista, pasando por estudiantes de Filosofía, Medicina o Informática, sin olvidar a los profesionales de la educación. Los estudiantes que siguen la clase conseguirán tres créditos (que equivalen a 30 horas lectivas) para su carrera.Esto sucede, desde principios de este mes hasta el 30 de abril, en la Universidad de Valladolid.
Se trata de un curso que pretende ser práctico y aplicable, entre otras cosas, a la enseñanza reglada. Además de enseñar a los alumnos a manejarse con las barajas, cuerdas, globos y el resto de parafernalia que acompaña estos espectáculos, el curso persigue que lo que aprendan les sirva para mejorar los métodos pedagógicos y el rendimiento de los estudiantes, por ejemplo, en matemáticas; para ayudarles a exponer los contenidos en las clases o a motivar a los estudiantes.
Los matriculados tendrán que familiarizarse durante dos meses y medio con el arte escénico y aprender un poco de teatro, algo de pantomima o expresión corporal, así como el arte propio de los ilusionistas: hacer juegos, ponerlos en escena y conseguir captar el interés del público.
Sentado en un pupitre, el doctor Landínez Lagunero, catedrático de Microbiología de la Universidad vallisoletana, intenta cazar el juego de cartas que el monitor ejecuta. Se ha matriculado porque siente curiosidad por el ilusionismo y porque está convencido de que la magia "puede servir a algunos profesionales de la medicina para ayudar a sus pacientes". Fernando Arribas, el mago, asegura que hay gente "que ha vencido graves problemas de tartamudez gracias a la magia", y que ayuda a ejercitar las manos a niños con problemas de movilidad. "En estas ocasiones el paciente tiene doble premio: mejorar el movimiento y sorprender a sus amigos", añade después.
La profesora de educación infantil Olga Treceño asiste a estas clases convencida de que el ilusionismo "es práctico cuando se trabaja con chavales, porque gracias a él se puede captar su atención, lo que es tan difícil como importante". Otra alumna, Diana, estudiante de 5º de Medicina, cree que esta herramienta puede ser muy útil en su carrera, "sobre todo para los pediatras que tengan que tratar niños enfermos en régimen hospitalario". Pero tampoco conviene olvidar otra faceta que va unida a casi todos los juegos de cartas que se desarrollarán durante las 65 horas lectivas (45 presenciales y el resto para hacer ejercicios en casa) que abarca el curso: la posibilidad de potenciar reglas nemotécnicas que mejoran la capacidad de memoria, o aplicar fórmulas matemáticas que ayudarán a algunos a superar su rechazo a esta materia, considerada tradicionalmente un "hueso" por muchísimos estudiantes.
La vicerrectora que ha dado luz verde a este curso, María Teresa Alario, insiste en que la Universidad de Valladolid "no quiere crear maestros o aficionados a la magia, sino ayudar a los futuros profesionales a tener el mayor número de herramientas para desarrollar mejor su carrera". La prueba de que todos se han tomado en serio esta oferta es que en menos de tres días se habían cubierto las plazas disponibles.
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