No saber nada
Almudena Grandes y Jaime Bayly visitan el Saló de lectura, el programa de libros de BTV (cadena local de Barcelona). Ambos están de promoción y Bayly demuestra ser un auténtico maestro de la elocuencia publicitaria.
Primeras frases
En su anterior campaña promocional, Bayly besó a Boris Izaguirre y escandalizó a los escandalizables. En esta ocasión se muestra más somnoliento, pero la provocación va por dentro. La primera frase de su último libro es un anzuelo: "Me voy a ir a la cama contigo". Grandes, en cambio, inicia su libro de un modo más sereno: "El tres es un número impar". No es fácil acertar con el arranque. Si creas demasiada expectativa, tienes que cumplirla. Si te contienes en exceso, puedes aburrir. ¿Ocurre lo mismo con las series televisivas? Veamos. El primer capítulo de El ala oeste de la Casa Blanca empieza con esta frase: "Dos Dry Martini y un whisky con hielo". ¿Se puede pedir un inicio mejor?
Caña
Coto Matamoros ha abandonado Crónicas marcianas por culpa del estrés. Al ver a estos polemistas despellejarse, pensamos en lo fácil que resulta ganarse la vida así. ¿Lo es? Hay que aguantar horas de espera y resistir la tensión que recorre los pasillos de las cadenas. Luego, la gente te adora o te lincha en función de un criterio tan superficial como peligroso. Antes de retirarse, Matamoros pasó por Salsa rosa a facturar un poco y soltó otra joya: "No me tomo en serio ni la tensión". Coto ha creado un personaje de una rara coherencia. Lo malo es que su estilo se contagia y que, ahora, los votantes les piden a los candidatos que se comporten como él. "¡Dales caña!", le gritan a Zapatero y a Rajoy.
Papeles
Kiko, el otro Matamoros, es un colaborador cada vez más asiduo en las tertulias de cotilleo. Se toma mucho más en serio a sí mismo que su hermano y le encanta meterse con otro Kiko, el ex concursante de Gran Hermano. Este Kiko tiene una costumbre ridícula. Cuando sale al plató de Crónicas marcianas o de A tu lado siempre lleva un montón de papeles, como si fuera a desvelar la fórmula de la Coca-Cola. El espectador espera la gran exclusiva, el documento definitivo sobre la halitosis de algún paria, pero, al final, nada de nada. Sospecho que, en el fondo, los lleva para poder insultar con la conciencia más tranquila. O para fingir que sabe lo que dice. En Saber y ganar, en cambio, el resistente concurso de La 2, los concursantes van a pecho descubierto, sin papeles, y además no se insultan ni ofenden. Por cierto: la Fundación Alpe ha protestado legítimamente por la ancestral explotación que el programa Un, dos, tres... ¡A leer esta vez! hace de los acondroplásicos, pero no debería olvidar que en televisión se explota todo lo que es susceptible de despertar la curiosidad más primaria: mujeres violadas, adolescentes embarazadas o adultos obesos.
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