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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Trampa helada

Varios miles de personas tuvieron que pasar la noche del viernes al sábado en sus automóviles o en improvisados albergues de Castilla y León, al quedar atrapados por el temporal de nieve en la A-1, y en concreto en el tramo de peaje Burgos-Miranda de Ebro, a la altura de Pancorbo. Nadie, ni la Guardia Civil o cualquier otro organismo público ni la empresa privada que gestiona la autopista de peaje, les había advertido al entrar en esta ruta de la posibilidad de semejante bloqueo. Es una imprevisión muy grave, a la que se añade el insulto, puesto que, tras la noche de pesadilla en la trampa helada, los conductores tuvieron que pagar el peaje para poder salir de esta autopista.

Nadie puede impedir las tormentas, pero es responsabilidad de los gobernantes no sólo el anunciarlas -como sí hicieron los responsables meteorológicos-, sino tomar todas las medidas necesarias para evitar peligros, que pueden ser mortales, a los ciudadanos. Y uno de ellos es el de quedar bloqueado en el asfalto. Esto es lo que parece haber movido a las autoridades del País Vasco a impedir la entrada en sus carreteras de camiones procedentes de Francia, lo que provocó retenciones en la frontera de Irún de hasta 11 kilómetros. Muchos conductores expresaron su sorpresa por haber podido conducir durante cientos de kilómetros por una Europa nevada y tener que detenerse en la frontera española. Tanto la imprevisión de la A-1 como el excesivo celo vasco ponen de relieve que nuestras carreteras y los servicios públicos y privados que deben atenderlas no están a la altura de un temporal. Esa misma sensación tuvieron las 17.000 personas que esa noche gélida quedaron aislados en sus pueblos y aldeas de Burgos, Palencia, Asturias y La Rioja. Es, sin duda, otro éxito más del ministro Álvarez-Cascos en su brillante gestión al frente de Fomento.

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