Testimonios de primera línea
La ciudad rechina porque no hay para todos. Mi último sábado de guardia hubo siete apuñalamientos en el centro. La mayoría, peleas entre extranjeros. Se ha apostado por la prevención pero nos falta personal. ¿Cómo voy a prevenir así? Una juez nos ordenó hace poco que le pusiéramos protección a una prostituta amenazada por su chulo. Le puse un coche Z, y, claro, ella se negó a trabajar así. La juez nos pidió un coche camuflado, pero me negué, porque en la Casa de Campo, donde ella trabajaba, ha habido ya tiros contra los mirones. El problema no es sólo de delincuencia, sino de choque cultural. Muchos inmigrantes sin papeles se han asentado y llevan una vida normal, pero tienen una idiosincrasia especial. Los fines de semana beben muchísimo y cuando beben se vuelven agresivos. Son violentos, machistas y enseguida sacan la navaja. Por no hablar del reto que representa la segunda generación. Esos chicos están creciendo mal integrados, organizados en pandillas. Ya se ve por aquí, en algunos barrios, cómo se han repartido el territorio. La ciudad rechina por todas partes". La ciudad es Madrid, y el que habla, un responsable policial de grado medio con muchos años de experiencia. Pero el juicio, cambiando algunos elementos, podría servir para la Comunidad Valenciana, Baleares y otras muchas zonas convertidas en puntos negros de la seguridad ciudadana en la España de hoy. La opinión es compartida prácticamente por la totalidad de los policías entrevistados en este reportaje. Todos hablan de una ciudad, un país, en mutación acelerada, donde bajo la apariencia cada vez más ligera de normalidad se desarrolla una feroz batalla por la supervivencia, el enriquecimiento rápido y el control del territorio.
"¿Que si es agresiva la sociedad española? Yo no hablaría de la sociedad española, sino de la sociedad que tenemos en España", dice el comisario Prieto
"A los jueces, nadie les pide cuentas. Y sin embargo, no están comprometidos con la seguridad de la sociedad", dice el segundo comisario de Centro
"Tenemos que proteger los derechos de las prostitutas a estar en la calle, y no los del comerciante que no quiere verlas", dice un comisario
Todos coinciden en señalar que el delincuente se siente cada vez menos intimidado ante un miembro de las fuerzas del orden, sea quien sea
Funcionarios o militares, plenamente dedicados al mantenimiento de la seguridad ciudadana o sólo con competencias auxiliares como en el caso de los agentes municipales, en España hay más de 170.000 agentes dedicados a la lucha contra la delincuencia -sin contar la seguridad privada, que emplea a cerca de 100.000 personas-, que en los últimos años ha adquirido dimensiones preocupantes. Como muestra bien vale un botón. En 2003 se desarticularon en todo el país 828 grupos mafiosos y el número de homicidios (en grado de tentativa y consumados) fue de 717. Ajustes de cuentas, peleas y violencia doméstica fueron las principales causas de estas agresiones. Pero el número global de infracciones penales fue de 1.376.349, según Interior, y de 2.116.467, según el Sindicato Unificado de Policía (SUP).
El Cuerpo Nacional de Policía resolvió solamente en torno al 20% de los delitos. Falta de coordinación entre los distintos cuerpos, escasez de agentes y medios, y, sobre todo, malestar económico, son las causas principales de descontento entre los policías españoles. Lo que sigue es una selección de historias y opiniones de unos profesionales en busca de identidad y de respaldo.
SUBINS PECTOR DE CENTRO
El subinspector lleva dos años en la comisaría del distrito de Centro, en Madrid, que pasa por ser la de mayor actividad de Europa. La calle es angosta, y el edificio, poco funcional. Vigila la entrada una jovencísima policía, pistola al cinto y con un impresionante mosquetón en la mano. El uniforme y el arma imponen, pero la joven sonríe con la familiaridad de una dependienta a sus clientes. Gente traumatizada por un robo, un atraco, una agresión, gente que entra y sale como una infatigable marea.
El subinspector descuelga el teléfono y reclama: "Localizarme un J-4, tengo que disponer de un vehículo para dar cumplimiento a una orden de un juez". La sala, dividida en dos espacios, la oficina de denuncias y el despacho del subinspector, es reducida y modesta. Del otro lado de la cristalera, tres funcionarios toman notas de las denuncias de los "perjudicados". En el minúsculo despacho, un agente muy joven pasa al ordenador los datos del libro de detenciones. Suena en un radiocasete música rock. "Es el último disco de The Eagles"
[un grupo de rock clásico famoso por su tema Hotel California], dice el agente. Por una puerta entra un hombre joven, con uniforme de la Policía Municipal, y espectacular peinado rematado en puntas de color amarillo. Trae un detenido. Un hombre sorprendido por guardias de seguridad cuando robaba en unos grandes almacenes.
-No tiene documentación, le he preguntado pero se ha echado a llorar, sólo sé que es rumano -dice el agente.
El subinspector prestó durante casi 20 años servicio en ciudades tranquilas como Cáceres y Ávila. El centro de Madrid es otra cosa. Sólo las cifras de detenidos dan vértigo: 6.000 en 2002, 5.500 en 2003; equivalen a más del 20% del total de detenciones efectuadas por el Cuerpo Nacional de Policía en el país. "Sobre todo, hay robos a turistas, robos en vehículos y también en los grandes almacenes. Estamos en una zona comercial". El subinspector responde a una llamada. Alguien pide los resultados de una investigación. "Negativo", dice, "el domicilio es un locutorio". Luego reanuda la conversación explicando la filosofía de su trabajo. En primer lugar, las garantías a los detenidos. "Hay que leerles sus derechos; llamar a un abogado, al médico si fuera necesario; a los familiares, al consulado correspondiente si son extranjeros, y a un intérprete si lo reclaman". El subinspector es delgado y viste uniforme. Dice las palabras justas y procura que sus afirmaciones resulten impersonales. La seriedad se convierte en brusquedad cuando se habla de hacer fotografías. "Los delincuentes son personas. Mientras están aquí, están a mi cargo y no consiento que se les fotografíe", dice. El subinspector entró en la policía a los 21 años, lleva 22 años por "tradición familiar", y su vocación sigue intacta.
El trabajo es duro e intenso. "La realidad que veo cuando me pongo el uniforme es conflictiva, pero cuando voy de paisano no me lo parece", dice. Muchos de los detenidos son casi tan asiduos de la comisaría como los cerca de 400 agentes que trabajan en ella. Entran y salen de los juzgados, muchas veces ya con la sentencia en el bolsillo, gracias al procedimiento de los juicios rápidos que reduce un tercio de la condena. "Los jueces no están comprometidos con la seguridad de la sociedad", dice el comisario segundo de Centro. "Nosotros tenemos a 54 comunidades de vecinos del distrito que vienen a contarnos sus quejas. Hay mucho delincuente extranjero porque ha venido aquí expresamente a delinquir, porque España es un paraíso penal". Su jefe, el comisario Julio Prieto, en la cincuentena, y con 34 años de experiencia en la policía, calla: "No sería correcto culpar a la inmigración. Pero hay gente honesta que viene a trabajar y gente que viene a delinquir. Este distrito es muy grande y problemático. Por fortuna tenemos agentes jóvenes. La media de edad está en los 30 años, un 15% son mujeres. Son personas ilusionadas con su trabajo, y eso nos ayuda a todos. Los policías nos hemos adaptado bien al cambio social. No era igual aplicar la Ley de Vagos que manejarse con las normas de la democracia. Ahora trabajamos mucho con la investigación, respetando todas las garantías y todos los derechos democráticos. ¿La sociedad española se ha vuelto más agresiva? Yo no hablaría de la sociedad española, sino de la sociedad que tenemos hoy en España. En Lavapiés se celebraban fiestas con chotis, ahora el Año Nuevo chino".
COMISARIO DE ZONA
El comisario de zona (su misión es coordinar las comisarías de siete distritos municipales) contempla un panorama amplio desde su despacho. Y se siente capaz de emitir juicios más fríos sobre la seguridad ciudadana. "El error está, muchas veces, en lo que los ciudadanos esperan de la policía", dice. "Yo he tenido enfrentamientos con vecinos que salían a patrullar su zona, pues porque había prostitución y
, y se quejaban de que les tratábamos como delincuentes. Pero lo que hacían era delictivo. Nosotros tenemos que permitir la libre circulación de las personas y, desde esa perspectiva, lo que tenemos es que proteger los derechos de las prostitutas a estar en la calle, y no los del comerciante que no quiere verlas en la puerta de su establecimiento".
El comisario de zona es un veterano policía que no desdeña participar en programas de radio y sigue manteniendo contactos con el Sindicato Unificado (SUP), al que representó en foros internacionales hace tiempo. "Sobrevaloramos la seguridad", dice. "Y los problemas actuales no se resuelven con más policías, al contrario. No es cierto que el país sea inseguro. Y lo digo yo que he sufrido un robo en mi casa. Lo que ocurre es que no hay un modelo policial. En unas situaciones hay despilfarro de fuerzas; en otras, escasez. El 67% de la población española está bajo la jurisdicción de la Policía Nacional, que sólo cuenta con 45.000 efectivos; el resto depende de la Guardia Civil, que tiene 70.000 agentes. Y no existe verdadera coordinación".
POLICÍA
DE PROXIMIDAD
"Todo el mundo ve represivo este trabajo, pero no es así. La gente tenía una visión del franquismo pero ya han cambiado el chip. Lo malo es que no nos tienen suficiente respeto. Cuando vas a reprender a alguno, pasa mucho que se ponen chulos. La calle es de todos, te dicen los chavales que están rompiendo papeleras; las paga el Estado, te saltan; el juez me la chupa, y cosas así. Pillas a alguien in fraganti en un robo con intimidación y lo llevas al juez con mucho miedo porque el tipo puede decir que la detención ha sido ilegal, y uno se juega que le aparten del servicio".
"Lo peor es que no funcionan muy bien las transmisiones. No puedes pedir información a la central, o darla tú. En este distrito sólo hay delincuencia menor. Peleas, sobre todo entre árabes, ecuatorianos y rumanos. Algún robo con violencia, tirones, carteristas. Los bajos de Azca sí son peligrosos. En un año hubo tres asesinatos. Muchos beben anticongelante, alcohol de 96º con coca-cola. Se vuelven faltones. A veces hay que llamar a las unidades que intervienen en los estadios de fútbol".
"Falta personal en la comisaría, así que los turnos son rotatorios. Un día haces mañana; otro, tarde; otro, noche. O el turno americano: se trabaja seguido de la mañana a la noche y luego se libran dos días. A veces estamos hasta 10 horas seguidas. El sueldo es muy justo para Madrid. Los municipales, en cambio, ganan hasta el triple, y eso que nuestro trabajo es más duro y más peligroso. Madrid quema. A veces ves muertos, y muertos de varios días, y eso colabora".
COMANDANTE DE LA GUARDIA CIVIL
El comandante -algo menos de 50 años- viste de paisano y habla con la mesura de un político."La globalización nos afecta a todos. Hoy, el guardia civil que detiene a un presunto delincuente, en el rincón más remoto de España, lo primero que hace es solicitar información a la Europol. Tenemos un país más complicado, puede que se deba al desarrollo económico y al dinero fácil. Todo eso trae consigo muchas cosas: blanqueo de capitales, tráfico de drogas y de armas". El comandante cree que la Mafia siciliana es una broma comparada con los clanes que operan en Galicia, por ejemplo. "La presión delictiva no es que sea hoy exagerada, pero hay que combatir la sensación de inseguridad con la policía de proximidad. Necesitamos más coordinación entre los cuerpos. Al ciudadano le da lo mismo quien le atienda, pero espera un servicio de calidad".
El comandante cree que el delincuente se siente cada vez menos intimidado ante un miembro de las fuerzas del orden, sea quien sea. "No podemos ir por libre. En este tema todos tenemos que ir en la misma dirección: jueces, policías y sociedad. La seguridad ciudadana se mide con las estadísticas, pero existe también una apreciación subjetiva que es difícil de modificar. Nosotros nos sentimos garantes de la seguridad de los españoles. Somos escrupulosos en el cumplimiento de este trabajo y en el trato al delincuente".
La zona donde opera abarca 165 localidades y dispone de 3.200 agentes. "La conflictividad de Madrid procede de su propia condición de capital. Igual que es la sede de las principales instituciones, empresas y organismos, lo es también, en cierto modo, de la delincuencia organizada. Es la puerta principal de entrada de inmigrantes, muchos de ellos ilegalmente. En nuestro territorio, el año pasado hubo 16 muertes violentas; se aclararon todas menos una".
"También hay problemas de pandillas. Los chavales creen que un menor es poco menos que impune ante la ley. Cuando se avisa a los padres, se enfadan: 'Podían dedicarse ustedes a detener delincuentes', te dicen. No parece importarles que su hijo haya destrozado la marquesina de la parada del autobús, o las papeleras de la calle". El comandante llegó al cuerpo por tradición familiar. "Existe un espíritu de servicio, un orgullo de pertenecer al cuerpo. Lo mejor que tenemos es el factor humano".
A las nueve de la noche, en las modernas dependencias de la comandancia hay un puñado de agentes de guardia. Uno de ellos, de uniforme, se pone en pie y saluda -"todo en orden, mi comandante"- cuando el oficial entra en la estancia acompañado por la periodista. El comandante le pide información de las incidencias del día. "Sólo hemos tenido media docena de denuncias por robo en interior de vehículos, en un aparcamiento. Nosotros no estamos autorizados a intervenir en esa área. Se le ha detenido porque un vecino nos ha franqueado el paso. Aquí está la copia de la instrucción del juzgado. Español, toxicómano, 38 años, 65 veces detenido. Ha quedado en libertad".
No es Madrid, sino Alicante, la provincia más conflictiva para la Guardia Civil. El desarrollo urbanístico desenfrenado ha convertido esa parte de la costa mediterránea en una conurbación casi inexpugnable. "Es una línea interminable de urbanizaciones con capacidad para 600.000 personas, que están vacías gran parte de la semana. Es imposible controlar ese territorio y los robos son constantes. Hace 10 años esa zona tenía un turismo estable de alemanes, pero llegaron los rusos cargados de maletas de dinero, lo compraron todo y cambió el panorama", dice una fuente del cuerpo.
POLICÍA MUNICIPAL
"La ciudad es conflictiva. Hay noches con cuatro apuñalamientos, pero nadie parece interesado en que los municipales nos impliquemos en la seguridad a fondo. Compartimos la base de datos de la Policía Nacional, en El Escorial, pero sólo quieren que actuemos contra la venta ambulante. Claro que si estamos cerca también intervenimos en hurtos, en robos de descuideros, pero falta coordinación. De seguridad, en realidad sólo nos ocupamos los fines de semana. La agresividad por la noche es enorme. La gente es distinta. Que nadie tenga la desgracia de que le ocurra algo a esas horas porque no hay Policía Municipal. Hay unas 30 patrullas, cada una con dos agentes, para seis distritos. El 95% de los magrebíes que paras para pedir documentación, te enseñan sólo papeles judiciales, de citaciones. Luego llamas a la emisora para identificarlos y ves que son menores. Te los encuentras una y mil veces, robando coches o carteras. Detuve a un par de chavales en la estación de Chamartín y al día siguiente me los volví a encontrar dando palos en el mismo sitio. Los cursos que te dan no sirven para abordar estos problemas. Falta formación a los policías y falta efectividad a las denuncias. Al final todo lo que te queda es un sentimiento de frustración. En las dos últimas promociones han entrado 1.500 policías, pero muchos jóvenes están simplemente custodiando edificios. Y los que están en la calle se la juegan".
El agravio comparativo de los sueldos
COMO TODOS los funcionarios, los policiales han sufrido en sus carteras los efectos de la congelación salarial de los últimos tiempos. Pero en su caso las quejas son más sangrantes porque ni siquiera existe un criterio unitario. "Las comunidades autónomas y los gobiernos municipales son soberanos para decidir los sueldos de sus fuerzas del orden. Hay policías locales que ganan hasta el doble que los agentes de la Guardia Civil. Por ejemplo, las horas extras se pagan a cinco euros en la Benemérita, mientras en la Policía Municipal a 30 euros", dice una fuente de la Guardia Civil. "Por eso hay guardias que se están pasando a la municipal. Uno recién salido de la escuela cobra 170.000 pesetas (1.021 euros). Suele vivir en la casa-cuartel. Si no, no podría mantenerse, aparte de que eso le permite tener una disponibilidad total para el trabajo". Un policía nacional con un par de años de servicio cobra en torno a los 1.200 euros. La prima de productividad (unos 120 euros mensuales) es uno de los principales incentivos. Los sueldos de los municipales oscilan según los casos, pero en Madrid son hasta un 15% más altos. Los guardias civiles (la edad media en el cuerpo es de 37 años) pasan a la reserva a los 56 años, mientras los policías nacionales tienen que optar por la segunda actividad a partir de los 58 años. "El problema es que no está asegurado un puesto burocrático para todos, y muchos tienen que irse a su casa, cobrando entre un 30% y un 40% menos de sueldo, hasta la edad de jubilación, que son los 65 años", dice una fuente del Sindicato Unificado de Policía (SUP). En la escala ejecutiva se está en activo hasta los 62 años.
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